miércoles, 20 de febrero de 2008

Andrónico II Paleólogo (1282-1328)


Andrónico II Paleólogo (1282-1328)
Por Galo Garcés


El reinado de Andrónico II “El Viejo” estuvo marcado por distintos acontecimientos. Su gobierno fue desastroso para el estado bizantino, puesto que el Basileo no supo mantener el status del imperio frente a las demás monarquías balcánicas, convirtiéndolo en un reino más, de los conflictivos e inestables Balcanes.


El heredero al trono del Imperio restaurado:

Andrónico “el viejo” nació el 25 de Marzo de 1259, en la ciudad de Constantinopla, en los últimos días del tambaleante Imperio Latino. Era hijo del general Miguel Paleólogo y de su esposa, la princesa Teodora Ducas Vatatzaina, sobrina de Juan III Ducas Vatatzés, emperador bizantino de Nicea. Por parte de su padre, Andrónico descendía de la prestigiosa familia Paleólogo y de la antigua casa imperial de los Ángel. Así pues, este príncipe tenía sangre imperial por ambos lados, además de ser el hijo mayor superviviente tras la muerte de su infante hermano Manuel en el año 1259.

La capitulación del Imperio Latino y la reconquista de Constantinopla; Estado de la Ciudad en ese tiempo:
Miguel Paleólogo, padre de Andrónico, había ostentado diversos rangos en el ejército bizantino de Nicea. Había sido Megas Konostablos (Gran Condestable), rango que ostentaban los comandantes en jefes de los caballeros francos mercenarios al servicio de Bizancio, los cuales eran llamados Latinkoi o Latinikon. Luego, tras la muerte del emperador Teodoro II Láscaris de Nicea, y el asesinato del regente Jorge Muzalón, los nobles nicenos escogieron a Miguel para que fuera protector del hijo de Teodoro II, el joven Juan IV Ducas Láscaris, el cual contaba con solo 8 años de edad; esta vez, Paleólogo ostentó rangos mas altos en el estado, como megaduque, déspota y finalmente fue proclamado co-emperador con ayuda genovesa en la ciudad de Nynphaeum, el 1 de Enero de 1259.
En Septiembre de 1259, el ejército niceno derrotó a la coalición de Miguel II Comneno Ducas, déspota de Epiro, en la batalla de Pelagonia, en Macedonia. Luego, el general Alejo Strategopoulos y el Sebastocrátor Juan Paleólogo iniciaron la conquista del Epiro y Tesalia.
Finalmente, el 25 de Julio de 1261, al mando de una pequeña tropa de 800 hombres, el general Alejo Strategopoulos hizo capitular a la miserable guarnición que defendía la Constantinopla latina. El emperador latino Balduino II de Courtenay escapó rumbo a Occidente, esperando obtener ayuda para reconquistar su capital, cosa que nunca pudo hacer. Apenas entró a la ciudad, Strategopoulos ordenó que el barrio veneciano de la ciudad fuera incendiado, en venganza por el saqueo de 1204.
Se dice que cuando entró en la ciudad, Strategopoulos encontró los huesos del emperador Basilio II, cuya tumba se encontraba en la Iglesia de San Juan Evangelista en Hebdomon, y la cual había sido profanada en el saqueo de Constantinopla por los cruzados; entonces, Strategopoulos ordenó que colocaran los huesos del glorioso Basileo en una urna.
Apenas llegaron los bizantinos, encontraron la ciudad hecha una ruina completa; el saqueo de 1204 había sido brutal y muchos hermosos palacios y basílicas habían sido consumidos por el fuego de los incendios ocurridos durante la infame 4ta. Cruzada. El Palacio de las Blaquernas, sede imperial desde los tiempos de Alejo I Comneno, se encontraba en un estado lamentable; el Gran Palacio Imperial también se encontraba en ruinas, y sus tejados de plomo habían sido disueltos por Balduino II; los grandes conventos, iglesias y basílicas habían sido saqueados sin miramientos por los bárbaros cruzados y habían sido despojados de sus invaluables reliquias; el Palacio Patriarcal estaba en un estado inhabitable, y antiguos barrios y villas que albergaron palacios, eran ahora un montón de escombros y ruinas; el puerto imperial de Bucoleón y su Palacio se encontraban en estado de desastre, y a duras penas la iglesia mayor de Santa Sofía conservaba rasgos de su antiguo esplendor. Así se encontraba Constantinopla al momento de la reconquista bizantina, e incluso las murallas de la ciudad se encontraban considerablemente debilitadas.
El 15 de Agosto, Miguel VIII Paleólogo fue coronado emperador de Bizancio en la Catedral de Santa Sofía de Constantinopla, junto con el infante Andrónico. Mientras el pobre Juan IV permanecía encerrado en Nicea. Así pues comenzó el reinado de Miguel VIII, apoyado por el patriarca y por gran parte de la nobleza. Sin embargo, la Navidad de 1261, el joven Juan IV Láscaris fue cegado por órdenes de Miguel y encerrado en un convento-fortaleza en el Mar de Mármara; para el general Alejo Strategopoulos, el cual ostentaba el rango de césar, se le reservó el mismo destino, ya que había adquirido mucho prestigio y poder en el Estado.
Este hecho le valió la antipatía y odio de muchos nobles, los cuales le tildaron de usurpador al trono. Incluso el patriarca Arsenio excomulgó a Miguel por tales acciones, a lo que Miguel respondió destituyendo a Arsenio de su rango y exiliándolo, nombrando como nuevo patriarca a José I.
El reinado de Miguel Paleólogo fue muy activo. El Basileo inició una serie de campañas en los Balcanes contra latinos, epirotas y búlgaros. Contra los primeros despachó un contingente de 15.000 hombres para la conquista de Acaya. 48 buques de la flota bizantino-genovesa derrotaron a la flota veneciana en la batalla de Spetsai.
Ahora, la contraofensiva latina apareció en el reino de Nápoles, comandado por Carlos de Anjou, el cual, con el apoyo papal decidió atacar a Bizancio y destruir al imperio definitivamente; sin embargo, el Basileo, usando una de sus más notables cualidades, la diplomacia, se sometió al Papa, uniendo a la iglesia ortodoxa con la católica en el concilio de Lyon en 1274.
Sin embargo, la llegada al trono de San Pedro de Martín IV, amigo de Carlos de Anjou, puso en aprietos al Basileo, el cual vio con temor, un contraataque latino en los convulsionados Balcanes.


La Batalla de Berat y La Caída de Tralles:
Así pues, Carlos de Anjou, rey angevino de Sicilia y Nápoles, envió a su general, Hugo de Sully, al mando de un contingente de 8000 hombres, a atacar Bizancio. El ejército angevino desembarcó en el Epiro, y tomó la ciudad de Butrinto, posesión del déspota epirota Nicéforo I Comneno Ducas, en el año 1280. Luego los angevinos marcharon contra la fortaleza bizantina de Berat, en Albania, la cual fue asediada.
Ante la ofensiva angevina, el Basileo confió al general Miguel Tarcaniotes la misión de expulsar a los latinos de Berat. Tarcaniotes avanzó al mando del ejército con dirección a la montañosa e inhóspita Albania; las mejores unidades y tropas del ejercito bizantino avanzaron con Tarcaniotes, el cual derrotó a los angevinos en La Batalla de Berat, en Marzo de 1281 la cual sería una de las ultimas victorias del restaurado Imperio Bizantino. Hugo de Sully, el general angevino, fue emboscado y capturado durante la batalla por las tropas de Tarcaniotes.
Mientras ocurría la ofensiva angevina en la parte occidental del imperio, en la parte asiática tuvo lugar una inesperada ofensiva turca. Desde hacia tiempo que el Sultanato Selyúcida de Iconio había perdido el poder y prestigio que había ostentado años atrás; las devastaciones mongolas y la terrible derrota de Kose-Dag, sufrida a manos de estos últimos, habían dado un duro golpe al estado turco de Iconio. Mientras el sultanato agonizaba, la anarquía reino en Asia Menor oriental; muchos emires y príncipes Selyúcidas se sacudieron de la autoridad del sultán y quisieron establecer sus propios estados independientes en las grandes ciudades turcas de Anatolia; Por estas razones, los bizantinos no temían ninguna ofensiva en su frontera oriental, viendo la inestabilidad y anarquía en la cual se hallaba el estado turco, pero se equivocaron.
Mientras la mayoría de efectivos del ejército habían marchado con el general Tarcaniotes hacia Berat, un puñado de emires turcos anatolios juntaron sus guerreros y, reforzados por algunos compatriotas venidos de lejanas regiones orientales, decidieron atacar al vecino imperio bizantino, tomando como objetivo la ciudad de Tralles, también llamada Andronicópolis (actual Aydin, Turquía). El Basileo, alarmado por la inesperada ofensiva turca, y a la vez combatiendo a los latinos en Albania, decidió actuar de inmediato, enviando a un ejército comandado por Andrónico, el cual partió inmediatamente a Tralles. La ciudad había sido reconquistada en a mediados del siglo XII por el gran emperador Manuel I Comneno a los turcos selyúcidas, pero, lamentablemente, los días de Tralles como ciudad griega llegaron a su fin. El ejército comandado por Andrónico fue derrotado por los bravos guerreros turcomanos, los cuales, después de derrotar a los bizantinos, continuaron sitiando Tralles. La ciudad capituló ante los turcos en el año 1282.
Si bien el imperio frenó momentáneamente en Berat la presión angevina, la caída de Tralles significó una gran amenaza, pues los turcos, después de haber pasado por una gran crisis, se reagruparon, y volvieron a combatir a los bizantinos en la frontera asiática.
Las reformas de Miguel VIII para con las guarniciones fronterizas del imperio en Asia (recordar que Juan III Vatatzés concedió tierras a los aldeanos que servían como akritai, para que estos y sus familias se sustentaran de éstas) fueron pésimas, pues, expropiándoles las tierras entregadas a estos últimos por los Basileos de Nicea, les quitó la fuente de sustento, y muchos defendieron con desgano las fronteras asiáticas, viendo que el Basileo (además de ser considerado usurpador) se preocupaba solo por mantener las provincias europeas (Tracia, Macedonia, partes de la Morea y algunas islas egeas) y se desinteresaba de las posesiones anatolias.

Ascensión de Andrónico al trono de los césares:
Tras el fracaso del proyecto de Carlos de Anjou por invadir Bizancio, en las llamadas “Vísperas Sicilianas”, de las cuales tomó parte Miguel VIII, el imperio se salvó de la ruina total.
Sin embargo el Basileo era muy odiado por el pueblo a causa de su sumisión al Papado, y además de esto, muchos nobles le consideraban un usurpador. El Basileo Miguel VIII Paleólogo falleció el 11 de Diciembre de 1282, en la aldea tracia Pachomios. De esta manera, acabaron los días del hombre que devolvió a los griegos Constantinopla y salvó al imperio de la catástrofe total. Sin embargo, el joven Andrónico dio a su padre un sepelio austero y carente de todo honor, puesto que el fallecido autócrata era considerado todavía un usurpador entre los nobles y un hereje ante los ojos del pueblo griego ortodoxo, el cual le odiaba por su adhesión al cristianismo romano.
Así pues, comenzó el reinado de Andrónico “El Viejo”, el cual se ganó el apoyo del clero griego tras su decisión de mantener firme su fe ortodoxa y rechazar cualquier acercamiento al Papa.
Uno de los sucesos mas significativos de su reinado fue cuando, el Basileo, visitó al ciego Juan IV Ducas Láscaris, el cual vivía como monje bajo el nombre de Joasaf, en el año 1290. Andronico, imploró el perdón de Juan Láscaris, por todas las desgracias que había sufrido por culpa de Miguel VIII, y porque, en efecto, los Paleólogos eran todavía considerados usurpadores frente a la corte imperial. Entonces, Juan IV aceptó las disculpas de Andrónico, y le reconoció como su legítimo sucesor en el trono de Bizancio. En depuesto emperador moriría en el año 1305, y fue eventualmente reconocido como santo por la Iglesia Ortodoxa.

Una nueva esposa para el emperador de los griegos y la esperada Alianza con el emperador Latino:
El joven Andrónico, quedó viudo tras la muerte de su mujer, Ana de Hungría, en el año 1281, con la cual estaba casado desde el año 1274. Los hijos nacidos de Andrónico y la princesa magiar fueron Miguel (futuro Miguel IX, co-emperador de Bizancio) y Constantino. Después de casi 3 años, el Basileo tomó la decisión de contraer matrimonio por segunda vez, y la elegida fue Violante, la hija del marqués Guillermo VII de Montferrato y de Beatriz de Castilla. La princesa italiana aportaría como dote los derechos de la casa real de Montferrato sobre los territorios que comprendió el antiguo Reino Latino de Tesalónica, fundado por el marqués Bonifacio de Montferrato durante la 4ta. Cruzada.
Así pues, el Basileo Andrónico contrajo matrimonio con la princesa Violante, la cual, tras abrazar la fe ortodoxa, cambió su nombre a Irene, siendo conocida en adelante como la Basilisa Irene Paleologina, emperatriz consorte de Bizancio.
Andrónico, el cual sabía que aún había nobles en Occidente dispuestos a apoyar la restauración del Imperio Latino de Constantinopla, pensó que una alianza matrimonial podría cambiar las cosas. Por tal motivo, decidió comprometer a su hijo y heredero Miguel IX, con Catalina, hija y heredera de Felipe de Courtenay, emperador titular de Romania. La princesa latina aportaría como dote sus derechos al trono latino de Constantinopla. Hasta el Papa de Roma observó con atención tal alianza. Sin embargo, las negociaciones no dieron frutos, y el compromiso se canceló, pues Catalina tomaría por esposa al conde Carlos I de Valois, y Miguel IX tomaría como consorte a la princesa Rita de Armenia.

Reformas militares y económicas de Andrónico II-personajes influyentes en la corte bizantina:
Andrónico heredó de su padre un Imperio que si bien se había librado de una gran amenaza, como fue la de Carlos de Anjou, necesitaba a un líder fuerte que pudiera llevar las riendas del gobierno sabiamente e iniciar una política de alianzas que beneficiaran al estado bizantino. Lamentablemente, Andrónico no era el Basileo que necesitaba el imperio en tales circunstancias; en palabras del historiador inglés Miller, “La naturaleza le había destinado a ser profesor de teología; el azar le llevó al trono bizantino”. De esta manera es descrito el carácter de Andrónico, el cual, lejos de ser un militar o un político, era un hombre apasionado por la teología y los misterios divinos. Durante su reinado, los monasterios del Monte Athos ocuparon un papel importante en la vida del Imperio, y su poder creció considerablemente.
Durante su reinado, el imperio apenas contaba con un ejército de 3000 hombres, en su mayoría mercenarios, de los cuales solo 800 eran caballería pesada. Con un ejército militarmente débil y reducido, el Imperio Bizantino se hallaba prácticamente indefenso, frente a enemigos con numerosos ejércitos que contaban con unidades homogéneas de élite.
A estas alturas, el ejército imperial estaba en manos de mercenarios latinos, búlgaros y turcos, los cuales resultaron ser guerreros poco efectivos en las campañas que intentó llevar a cabo Andrónico en los años siguientes de su reinado, como la fallida invasión al Epiro en 1292, donde el ejército imperial estaba formado, en su mayoría, por caballería mercenaria escita (cumana), la cual era una de las unidades de élite imperiales desde el reinado de Juan III Ducas Vatatzés de Nicea, el cual colonizó a muchos pueblos escitas en Tracia y los helenizó posteriormente.
Mercenarios Turcos y Normandos en el Ejército Imperial Bizantino, usados desde la Era de los Comnenos.

Uno de los peores errores cometidos por el Basileo fue el suprimir la flota imperial de Bizancio, y dejar la seguridad marítima del Imperio en manos de los navíos de las repúblicas marítimas italianas, como Génova, Pisa y Venecia. La flota imperial había sido reconstruida por el emperador Miguel VIII para sus campañas de reconquista en las islas del Mar Egeo, y contaba con 80 potentes navíos de guerra.
Al mando de expertos megaduques, como Alejo Filantrófeno y Licario de Verona, la flota bizantina, reforzada con navíos genoveses, había enfrentado y derrotado a las escuadras venecianas en la Batalla de Spetsai, sin embargo, ahora la recién reconstruida flota imperial era abandonada por el incompetente Andrónico, el cual licenció completamente a casi todos los marinos, los cuales, decidieron ofrecer sus servicios a los emires turcos anatolios.
Las consecuencias de esta reforma impuesta por Andrónico se mostrarían devastadoras en el ámbito militar del Imperio, pues encima de carecer de un ejército efectivo, desmantelaba la flota imperial que servía a Bizancio para proteger sus puertos e islas. Para contrarrestar la falta de la flota, el Basileo contrató entre 50 y 60 buques genoveses en el año 1291; sin embargo, la necesidad de tener una flota nacional llevó al Basileo a tratar de reconstruir la antigua flota imperial, basándose en 20 galeras griegas, en el año 1320. Lamentablemente, los intentos del emperador por devolver a la flota su antiguo papel en el ejército bizantino fueron inútiles y la marina bizantina perdió el prestigio y fama que había ganado años antes. La llegada de marinos bizantinos sin empleo a las costas turcas, supuso el inicio de la marina otomana.
Durante el reinado de Andrónico también se llevaron a cabo reformas monetarias; el valor de la moneda de oro, conocida como Hyperpyron o Hyperpyra, perdió gran parte de su valor, y la tesorería imperial se halló frente a una grave crisis económica.
La pureza de la Hyperpyra se redujo a 12 kilates, llevando al Imperio a tratar de recuperar su economía basándose en otro metal precioso, la plata. La reforma de la plata fue llevada a cabo mientras reinaba Andrónico junto a su hijo y co-emperador Miguel IX; la nueva moneda, una gran pieza de plata de gran pureza fue llamada Basilikon (imperial), la cual llegó a ser muy utilizada por los comerciantes y su valor fue superior al normal. Sin embargo, debido a la decadencia del Imperio, el plan fracasó y el Basilikon pasó a ser una moneda de cuenta; mas adelante, esta pieza tendría una pureza muy inferior.
La corte imperial fue, en efecto, dominada por el válido de Andrónico, Teodoro Metoquites. Este hábil político, había ganado la admiración del emperador cuando este visitó la Gran ciudad de Nicea a finales del año 1290. Teodoro era hijo del archidiácono Jorge Metoquita, el cual era favorable a la unión entre las iglesias Ortodoxa y Católica, por lo que fue condenado y exiliado después del Segundo Concilio de las Blaquernas. Teodoro fue nombrado Logoteta Postal por Andrónico, y mas tarde fue nombrado senador. Durante el reinado de Andrónico, Metoquites fue su mano derecha, y se le confió importantes misiones diplomáticas, como la embajada al reino de Serbia en el año 1299, para comprometer a la hija de Andrónico, Simónida, de 5 años de edad, con el rey Milutin; también lideró una embajada bizantina al Reino Armenio de Cilicia en 1295, dirigida al rey León III, cuya hija Rita se casaría con el co-emperador Miguel IX Paleólogo, en el año 1296.
Ya en el año 1321, Metoquites se convertiría en Gran Logoteta, llegando a ser el hombre más poderoso e influyente de la corte imperial, y a la vez el más rico de su tiempo. Metoquites fue un erudito, artista, economista y brillante político, que legó al imperio grandes obras acerca de política y diplomacia, además de poemas y decoraciones artísticas como las del convento de San Salvador en Chora. Teodoro Metoquites fue sin duda, una de las personalidades más brillantes y eficientes del Imperio Bizantino, en sus últimos años de existencia.
Teodoro Metoquites donando la iglesia de Chora a Jesucristo. Mosaico de la Iglesia de Chora.
Otras personalidades influyentes en la corte de Andronico fueron su segunda esposa, Irene de Montferrato, y su hermana, la ambiciosa zarina Irene Paleologina-Asenina.
La Basilisa Irene-Violante siempre trató de convencer a Andrónico que su sucesor fuera uno de sus hijos habidos con ella; se enfrentó en varias ocasiones al co-emperador Miguel, el cual trataba de mantener su posición como heredero al trono. Uno de los hijos de Andrónico e Irene, llamado Teodoro, heredaría el marquesado de Montferrato; sus descendientes serían los marqueses Paleólogos de Montferrato, últimos descendientes de la familia Imperial Bizantina, tras la caída de Constantinopla en 1453.
Irene Paleologina-Asenina, hermana del Basileo y mujer del depuesto zar búlgaro Ivan Asen III, se hallaba refugiada en Constantinopla con sus hijos Miguel, Andrónico, Isaac, Manuel, Constantino, Teodora y María, herederos legítimos al trono de Bulgaria. La pareja real búlgara había huido del Reino ante la amenaza del antiguo rebelde Ivailo de Bulgaria, el cual había derrotado a los bizantinos que apoyaban a Ivan III en el trono y había atacado a la capital búlgara, Tarnovo. Con los tesoros de Palacio, Ivan III, su mujer y sus hijos huyeron del país rumbo a Constantinopla, donde el enfurecido Miguel VIII les exilió a Tróade, tildándoles de cobardes. En 1303, moriría Ivan III, y sus hijos retornarían a Constantinopla, ganándose el cariño y afecto del Basileo, el cual les daría numerosos cargos importantes en el Imperio (Andrónico Asen fue gran capitán en la Morea) y los Asen pasarían a formar parte de una de las familias más prestigiosas y renombradas en los últimos siglos de vida del Imperio Bizantino. Muchos de sus miembros recibirían altos cargos en la corte, y los Basileos le encomendarían misiones diplomáticas y militares, especialmente en el Despotado de Morea.
Miguel IX Paleólogo, co-emperador de Bizancio:
A finales del año 1294, Andrónico decidió nombrar co-emperador de Bizancio a su hijo mayor, Miguel IX, el cual era de hecho, su sucesor, a pesar de las intrigas esparcidas por la ambiciosa Basilisa Irene-Violante, la cual ansiaba que algún día uno de sus hijos con Andrónico ciñera la “diadema del imperio de los romanos”.
El 16 de Enero de 1294, Miguel contrajo matrimonio en la magnífica Catedral de Santa Sofía, con la princesa Rita de Armenia, hija del Rey León III (de la Dinastía Hetúmida) de Cilicia, y la princesa Ana de Lamprón.
Una de las obras más notables del co-emperador fue incrementar el número de efectivos en el ejército bizantino. Sabiendo que era casi imposible obtener tropas nativas que fueran efectivas en el campo de batalla, Miguel IX contrató a costa de un fuerte sacrificio económico, 5-8000 alanos (llamados Masagetas por los bizantinos y catalanes), los cuales se destacaron en las campañas bizantinas en Asia, sirviendo como complemento para el ejército catalán al servicio de Bizancio. Los Masagetas estuvieron bajo el mando de Miguel IX en persona, y muchas veces se rebelaron contra su autoridad, exigiendo una mejor paga; ante esto, el co-emperador les pagó de su propio bolsillo. Sin embargo, su sacrificio se mostró poco efectivo con el pasar de los años.

Roger de Flor y la Gran Compañía Catalana:

Mientras el imperio entraba en un proceso irreversible de decadencia, sus enemigos atacaban sus fronteras impunemente; los turcos comenzaban la contraofensiva a las tierras asiáticas del imperio, invadiendo los antiguos límites del Imperio de Nicea; ante la inminente invasión masiva turca en las ultimas posesiones del Imperio en Asia, el Basileo llama en su ayuda al rey Federico de Sicilia, el cual, responde al llamado del emperador, enviándole a la “Gran Compañía Catalana”, cuyos miembros eran conocidos como los “Almogávares”. En efecto, el monarca siciliano ya no aguantaba más la presencia de estos belicosos guerreros en su territorio. El comandante en jefe de las fuerzas almogávares era Roger de Flor, antiguo templario, famoso y curtido guerrero, veterano en las guerras del rey de Sicilia contra los angevinos. Este Roger de Flor, se había distinguido en la defensa de San Juan de Acre (1291), último bastión del antiguo reino cruzado de Jerusalén.
La llegada de los almogávares, reforzó al debilitado ejército bizantino, que había sido derrotado por los turcos en la Batalla de Bapheus, la cual tuvo lugar el 27 de Julio de 1302, y donde el Hetairiarca Muzalón, al mando de 2000 hombres (en su mayoría mercenarios alanos) fue duramente derrotado por 5000 turcos osmanlíes al mando del emir Osmán. El Hetairiarca comandaba la guarnición que defendía la gran ciudad de Nicomedia, en Frigia. Al ver que un ejército compuesto por 5000 jinetes ligeros turcos nómadas, se encontraba entre las ciudades de Nicea y Nicomedia, Muzalón salió a enfrentarlos, y su ejército fue derrotado en la planicie de Bapheus.
Con los turcos en las puertas de Nicea y Nicomedia, ya habiendo invadido los antiguos limes niceanos, la llegada de Roger de Flor y de los almogávares fue una bendición para el Imperio. Sin embargo, como todo ejército mercenario, los almogávares saquearon algunas ciudades y aldeas bizantinas en su camino a Constantinopla, lo cual horrorizó al Basileo, que se sintió igual que Alejo y Manuel Comneno cuando las huestes cruzadas pasaron por territorio imperial, saqueando aldeas y ciudades imperiales a su paso. Finalmente, los almogávares llegaron a Constantinopla, y al mando de Roger de Flor desfilaron ante el emperador Andrónico por las calles de la ciudad. El ejército almogávar era de 7000 hombres bien curtidos; Roger de Flor, había pedido al Basileo que le otorgara un titulo nobiliario, y una dama de la corte por esposa. El Basileo aceptó tales condiciones, y concedió a Roger la distinguidísima dignidad de Megaduque. La dama que fue escogida para ser la mujer de Roger fue María de Bulgaria, sobrina de Andrónico por el lado materno, una beldad de 15 años de edad. La boda entre el adalid catalán y la princesa búlgara se celebró en Constantinopla, con gran pompa. Al entablarse un conflicto con los genoveses de Constantinopla, los almogávares asesinaron a 3000 de ellos; el Basileo se alegró al enterarse de la noticia, pues estaba harto de la tutela genovesa en la ciudad. Para calmar el tumulto, Andrónico envió a Esteban Marzala, Gran Drungario y almirante del Imperio, el cual, mientras trataba de apaciguar el conflicto, fue muerto y despedazado, en palabras de Paquimeres.
Después de esto, los almogávares penetraron en Asia Menor. El noble caballero Fernando de Aones recibió el cargo de almirante de la flota, aunque estaba sujeto a las órdenes del Megaduque; según Moncada:
“Mando el Emperador, que un insigne Capitán de Romeos que se llamaba Marulli, hombre de sangre y estado, fuese siguiendo las banderas de Roger con su gente, y Gregorio con la mayor parte de los Alanos hiciese lo mismo”.

Así pues, el ejército imperial se embarcó a Anatolia, con grandes navíos y buques, desembarcando la caballería en el cabo de Artacio, cerca de las ruinas de la ciudad de Cícico. Al llegar, los imperialistas se dieron cuenta de lo comprometido de la situación en Anatolia.
La situación en Asia Menor era caótica, ya que muchos duques y gobernadores de las provincias y ciudades asiáticas bizantinas abandonaban sus sedes a los turcos, los cuales atacaban impunemente los territorios bizantinos que carecían de una defensa efectiva.
Ya en Anatolia, el ejército Catalano-Bizantino avanzó contra los turcos que amenazaban las principales metrópolis y castillos del Asia Menor Occidental. Con mucho esfuerzo, los bizantinos habían defendido valerosamente Brusa, Nicea y Nicomedia, y las restantes fortalezas y ciudades que le restaban al imperio en Asia Menor.
El co-emperador Miguel IX había dirigido una expedición al mando de los mercenarios alanos y fue severamente derrotado, en cuanto al Basileo, según el cronista Muntaner "estaba como dormido o como si estuviese muerto."
El primer encuentro entre turcos y almogávares fue desigual, pues un almogávar tenía que batallar contra 2 turcos; sin embargo, el valor, el coraje y la valentía de los catalanes salvó la jornada y 13.000 turcos perecieron en este primer encuentro. Niños turcos de 10 años también fueron ejecutados por los almogávares, ya que Roger de Flor consideraba que a esa edad, una persona podía empuñar la espada.
La contraofensiva bizantina en Asia Menor fue exitosa gracias al valor de los soldados almogávares, con sus gritos de batalla “Desperta, ferro” o “Aragó, Aragó!” o “Sant Jordi!”. Filadelfia, Magnesia del Meandro, Éfeso, Cícico, Thira, entre otras fortalezas, fueron liberadas de la amenaza turca. Los guerreros turcos fueron rechazados hasta las montañas del Tauro, en la Cilicia Armenia, e Irán. Luego, durante el invierno, Roger y los almogávares se refugiaron en la ciudad de Cícico, para luego reanudar la contraofensiva en Mayo del año 1304, donde atacaron a los turcos que sitiaban la gran ciudad de Filadelfia, derrotándolos de nuevo, y entrando triunfalmente en la ciudad, siendo recibidos por el Obispo Teolepto, descrito por Don Francisco de Moncada como “varón de rara santidad, y por cuyas oraciones se defendió Filadelfia mas que por las armas del ejército que la guardaba”. También levantaron un asedio turco sobre Thira, persiguiendo a los sitiadores y masacrándolos en el acto.
La batalla mas importante de los almogávares en Anatolia, tuvo lugar en las montañas del Tauro, donde 7000 almogávares al mando de Roger de Flor y su lugarteniente Berenguer de Rocafort, derrotaron a 40.000 turcos, los cuales, al oír los gritos de batalla de los catalanes, se acobardaron, dejando a 18.000 muertos en el campo de batalla. Sin embargo, muchas propiedades de los griegos del lugar fueron pilladas por los catalanes; el Basileo se quejaba ante Roger de Flor por los disturbios provocados por estos inadaptados soldados, sin embargo, el megaduque afirmó que no podía evitar que bandoleros se mezclaran entre sus guerreros. Ante esta situación, muchos griegos que se encontraban en el ejército de Roger empezaron a retirarse, como cuenta Moncada: “Nastago Duque y Primicerio del Imperio, que militaba en este ejército con Roger, se apartó de él y se fué á Constantinopla, porque no podía ver como Griego maltratar á los naturales, y las demasías que Roger hacia con ellos; y así llegado á Constantinopla quiso que el Emperador le yese, y como esto se le negó por los deudores y amigos de la mujer del Megaduque, á l que yo puedo entender, se fué al Patriarca, y por su medio el Emperador dio oídos á las quejas que traía contra Roger, de que se encendió en el Palacio una gran discordia entre los amigos y émulos del Megaduque.”
También en Éfeso, el cronista Paquimeres cuenta que Roger y sus catalanes cometieron atrocidades con los griegos del lugar, torturándolos, cortándoles miembros, y degollándolos, con tal de conseguir dinero. También en la ciudad de Metellín, los catalanes degollaron a un hombre rico e importante llamado Macrami, el cual se había negado a facilitar a la Compañía Catalana 5000 escudos para la infantería.
También habían llegado noticias a Andrónico que Roger intentaba crear un principado con base en los territorios conquistados por sus tropas; el caudillo almogávar había enviado todos los tesoros obtenidos en las campañas, a la ciudad de Magnesia, donde la gente se sublevó contra los soldados catalanes, a los cuales expulsó con ayuda de la guarnición griega de la ciudad, y se apoderó de los tesoros. Entonces el megaduque decidió poner sitio a Magnesia, pero la guarnición defendió muy bien las murallas de la ciudad y Roger se vio obligado a volver a Europa.
Al desembarcar con su ejército en Gallipoli, Roger ocupó aldeas y fortalezas cercanas a la ciudad, y se dirigió a Constantinopla, donde exigió al Basileo la paga de los contingentes catalanes. Sin embargo, la suma de dinero que ofreció el Basileo no convenció a Roger, el cual saqueó aldeas de Tracia cercanas a la capital bizantina. Entonces, para amistarse con el megaduque, Andrónico le nombró César del Imperio en Abril de 1305, y desde ese momento, Roger cambió su nombre a Miguel Paleólogo Comneno, césar y megaduque del Imperio de los Romeos, y yerno del emperador de Lantzara (Bulgaria). Roger también convenció al Basileo de otorgarle el rango de megaduque a uno de sus lugartenientes, Berenguer de Entença, el cual había peleado valerosamente a su lado contra los turcos, en las batallas del Tauro y Cícico.
El nombramiento de Roger como César provocó los celos del envidioso co-emperador Miguel IX, el cual veía que Roger ganaba poder e influencia en la corte bizantina, con el apoyo de su tía (la suegra de Roger), la intrigante y ambiciosa Irene Paleologina-Asenina, la cual apoyó concretamente la ascensión de su yerno a los rangos mas elevados del Imperio. Aunque, en este periodo de vida del Imperio, el rango de César había pasado a ser un título honorífico, ya que dignidades como Sebastocrátor y Déspota ejercían un poder efectivo sobre el Estado y por ende, sobre la Corte Imperial Bizantina, desde los tiempos de la otrora poderosa Dinastía Comneno.



La Traición de Adrianópolis:
La envidia de Miguel IX acabó con la vida del recién nombrado César. El joven co-emperador había dirigido muchas campañas al mando de los mercenarios alanos al servicio de Bizancio, en las cuales había sido derrotado estrepitosamente.
Las victorias de Roger despertaron el odio y los celos de Miguel, y para colmo de males, el recién nombramiento de Roger como César, supuso a Miguel una amenaza para el trono, ya que el caudillo almogávar obtenía cada vez un mayor poder en el Estado. Fue entonces, que Miguel IX decidió jugárselo todo en una celada, que tuvo lugar en su Palacio, ubicado en la ciudad de Adrianópolis.
Encantado por tal invitación, sobre todo porque sabía que ganándose la amistad del co-emperador aumentaría su poder y prestigio, Roger aceptó la invitación de Miguel, y desoyendo los consejos de su mujer, la princesa María Asenina, la cual le advirtió que detrás de esa elegante celada, se escondía una trampa mortal.
Tras haber vivido años en la corte bizantina y haber presenciado diferentes riñas y disputas entre los cortesanos, la mujer del César sabía que cualquier cosa se podía esperar de la nobleza, y en especial, de su envidioso primo. Sin embargo, Roger desoyó los consejos y advertencias de su mujer y se dirigió al Palacio de Adrianópolis, esperando pasar un agradable momento junto con sus caballeros y los cortesanos de Miguel IX.
Así pues, el 5 de Abril del año 1305, tuvo lugar en el Palacio Imperial de la ciudad de Adriano, la celada donde, el co-emperador Miguel y su mujer, la emperatriz Rita-María (también llamada Xenia-María) deseaba felicitar a Roger y a sus valientes almogávares por los éxitos logrados contra los turcos. La cena fue muy lujosa, y los almogávares se dejaron seducir por la elegancia y el boato de los bizantinos, bebiendo más de la cuenta. Fue entonces que al mando del general alano Georgios, la guardia alana del co-emperador se abalanzó contra los almogávares, los cuales, ebrios como estaban, no tuvieron oportunidad de hacer frente a sus atacantes. Los alanos asesinaron a los catalanes en pleno banquete, entre ellos a Roger de Flor, el cual fue degollado y posteriormente decapitado; más de un centenar de jefes almogávares perecieron asesinados en Adrianópolis, por órdenes de Miguel IX. En efecto, 300 caballeros y 1000 soldados de infantería catalana perdieron la vida en Adrianópolis, tras la inesperada embestida de los mercenarios alanos de Miguel. Roger de Flor pereció a la edad de 37 años, después de haber conseguido grandes victorias para el decadente Imperio.
Después de la traición de Adrianópolis, los bizantinos empezaron a atacar a los catalanes que se encontraban en todo territorio del Imperio; el Basileo Andrónico ordenó que se confiscaran las mercancías de todo barco catalán en el mar Egeo, y muchos comerciantes catalanes fueron apresados.
La traición del co-emperador Miguel enfureció a los almogávares que se habían salvado de la catástrofe. Estos últimos se reagruparon en Gallípoli, donde decidieron armar la resistencia contra la futura embestida de Miguel IX, al cual consideraron un artero traidor e hipócrita.

El sitio de Gallípoli y La “Venganza Catalana”:
Con el beneplácito de su padre, el Basileo, Miguel IX decidió atacar y acabar de una buena vez con la incomoda presencia de los almogávares en el “Imperio Romano”.
Sabía que Gallipoli era el último bastión de los catalanes en tierras imperiales, y decidió ponerle sitio, con la seguridad de que, al contar con pocos efectivos, los almogávares serían aplastados y aniquilados definitivamente.
Para esta tarea, el co-emperador confió el mando del ejército imperial, según Jorge Paquimeres, al “Gran Duque Eteriarca, a Basila, y al Gran Bausi (Megas Tzausios o Gran Tzausio, el que pone orden en el sequito de los Basileos) Umberto Palor (Umbertópulo) a Brachialo, cerca de Gallipoli, para apretar mas a los cercados”.
En Gallípoli, los catalanes pasaban una situación desesperada; la flor y nata de la Gran Compañía Catalana había perecido en la carnicería que tuvo lugar en Adrianópolis, y no había hombres suficientes para defender la ciudad ante la embestida del ejército bizantino. En efecto, el Basileo Andrónico había vaciado sus arcas para formar un gran ejército, compuesto por 23.000 bizantinos, los cuales, sitiarían Gallípoli con un refuerzo de 9.000 alanos (también llamados escitas).
Mientras en Gallípoli, los catalanes asesinaron a los pobladores griegos de la ciudad, los cuales fueron cruelmente mutilados y empalados; según Nicéforo Gregoras y Jorge Paquimeres, los catalanes “no perdonaron ni el sexo ni edad”, y “hasta los niños empalaban”; ambos cronistas griegos hablan con desprecio y cólera acerca de la inhumanidad de los catalanes para con los griegos de Gallípoli.
La guerra entre los catalanes y griegos fue, según cronistas de ambas facciones, “una guerra de fieras”. Según cronistas españoles, Miguel IX reunió todas las levas de Tracia y Macedonia contra los almogávares, moviéndose de Adrianópolis a Pamphilo, y habiendo armado un ejército de 30.000 infantes y 14.000 caballeros (este ejército estaba formado por turcoples, griegos y alanos).
Ante esta temible amenaza, los catalanes fortificaron el arrabal de Gallípoli, donde se levantaron murallas y fosos. Luego enviaron embajadores al Basileo para que lo retasen, recordándole los agravios sufridos y el traicionero asesinato de Roger de Flor. Entonces los bizantinos sitiaron Gallípoli, la cual fue brillantemente defendida por las milicias catalanas que se encontraban en las murallas.
Entonces los catalanes decidieron pedir ayuda a su antiguo señor, el rey de Sicilia; mientras los embajadores enviados a Andrónico fueron cruelmente asesinados en Redesto. Por esta pérfida acción, Berenguer de Entença, salió a combatir a los griegos con su armada, y pasando por muchos islotes de la Propóntide, masacró a sus habitantes e incendio las aldeas. Luego tomó y saqueó la rica y poderosa ciudad de Recrea; ante la toma de Recrea, el Basileo envió a su hijo, el Déspota Juan Paleólogo (1286-1308) (llamado “Calo Juan Déspota” por los catalanes) al mando de 400 caballeros griegos, para detener la embestida de la infantería catalana, pero fueron duramente derrotados por las fuerzas de Entença.
La situación se hacía cada vez peor en el Imperio, pues todos los ejércitos que habían sido enviados por el Basileo a derrotar a los catalanes, habían sido aniquilados. A pesar de que Entença fue capturado y llevado a prisión con ayuda genovesa, los catalanes siguieron tan combativos como siempre. Para colmo de males, las tropas a las cuales se encomendó el sitio de Gallípoli, fueron prácticamente aniquiladas (casi 23.000 soldados bizantinos) y los catalanes recibieron como refuerzo un gran contingente de Turcoples (mercenarios turcos cristianos).
Fue entonces que Miguel IX decidió avanzar contra Gallípoli, con todas sus fuerzas. Los catalanes, sabiendo los movimientos del co-emperador, avanzaron a su encuentro, asistidos por refuerzos de Turcoples y Catalanes recién llegados.
Miguel IX se encontraba acuartelado entre las ciudades de Apros y Kypsella, con un gran ejército, conformado por 6000 caballeros, la infantería bizantina al mando de Teodoro Paleólogo, tío de Miguel, el cual había venido de Asia, los alanos y Turcoples al mando de Basila, Caballería pesada de élite, proveniente de Tracia y Macedonia, al mando del Gran Hetairiarca, y Miguel comandando la retaguardia, con un cortejo de caballeros nobles que le protegía. La batalla fue una derrota total para los griegos, los cuales fueron, como en otras ocasiones, duramente derrotados por los imparables catalanes.
También los catalanes derrotaron a los alanos, los cuales, emprendieron la huída con sus mujeres e hijos; lamentablemente fueron alcanzados y aniquilados, mientras sus mujeres fueron violadas por los salvajes catalanes y sus hijos asesinados.
Durante años, los catalanes se dedicaron a saquear las provincias bizantinas de Tracia y Macedonia, haciendo masacres infames, de las cuales ni los niños se salvaron. Los catalanes se comportaron como unos verdaderos bárbaros y asesinaron a mansalva gran cantidad de campesinos y sacerdotes griegos. Ni el sagrado Monte Athos, se salvó de la crueldad de los catalanes, los cuales saquearon los monasterios, e incluso llegaron a incendiar el Monasterio Ruso de San Pantaleimón. El Higúmeno (abad) Daniel, relata con espanto y horror la llegada de los catalanes al Monte Sagrado, y el brutal saqueo al que lo sometieron.
Así pues, la “Venganza Catalana” devastó salvajemente Tracia y Macedonia, dejando ambas provincias, en la peor de las miserias. Los catalanes también pusieron sitio a Tesalónica, la segunda capital del Imperio, la cual, resistió la embestida de los catalanes gracias al coraje y el valor de la guarnición Bizantina que defendía la ciudad.
Después de haber dejado las provincias antes mencionadas en un estado de bancarrota y crisis económica (a causa de los saqueos y masacres), los catalanes se retiraron del Imperio, rumbo a Tesalia (también llamada “Gran Valaquia”), donde se enfrentarían a Juan II Ducas, el déspota de la región, y luego, entrarían al servicio de Gualterio V de Brienne, duque franco de Atenas y Tebas, el cual, al no poder pagarles los servicios prestados contra los válacos de Tesalia, se enfrentó a los catalanes con sus caballeros francos y fue derrotado en la Batalla de Halmyros. A partir de ese momento, el Ducado Franco de Atenas dejó de existir, para dar lugar al Ducado Catalán de Atenas, el cual tuvo como duque a Roger Deslaur, un renombrado capitán almogávar. El hijo del depuesto Gualterio V, Gualterio VI, conservó los señoríos de Argos y Nauplia, con ayuda de lo que quedó del ejército franco-ateniense. Los catalanes crearon otro ducado en las tierras del antiguo ducado Tebano-Ateniense, el llamado “Ducado de Neopatria”, el cual estaba compuesto por capitanías generales.
Hasta nuestros días, la presencia catalana en Grecia es un duro recuerdo para el pueblo griego, el cual recuerda un periodo de matanzas, saqueos y abusos, que arruinaron en gran parte, la economía del Estado Bizantino, y sobre todo, asesinaron brutalmente, a muchos pobladores de la región. Atenas recordaría con amargura el tiránico gobierno de los catalanes en el Ducado, los cuales finalmente serían reemplazados, por la familia florentina de los Acciaioli, con ayuda de la “Compañía Navarra”.

La contraofensiva de los Otomanos y la alianza con los Mongoles:
La situación del Imperio era crítica. La “Venganza Catalana” había dejado en la ruina las provincias de Tracia y Macedonia, con la mayoría de sus ciudades, aldeas y fortalezas, vacías por los brutales saqueos, y sin ningún recurso para poder pagar los impuestos. Fue entonces, cuando las cosas empeoraron.
Los turcos, enterados de la ida de los catalanes y su posterior enfrentamiento con los griegos, decidieron volver a atacar las ciudades bizantinas de Asia Menor, y su objetivo fue la rica y populosa urbe de Nicea, antigua capital del Imperio de los Láscaris. Ante lo comprometido de la situación, el Basileo, cuya media hermana, María Déspina Paleologina, la cual era viuda de Abaga, Khan Mongol de Persia, fallecido en el año 1282. Así pues, el Basileo decidió volver a comprometer a María con el príncipe mongol Charbanda, señor de Persia.
Sabiendo que Nicea estaba en peligro, la Déspina (título femenino de Déspota) se dirigió a la ciudad de Antigono, para alentar a los defensores bizantinos de la urbe. Desde Nicea, María empezó a acelerar las negociaciones de su matrimonio con Charbanda, el cual prometió a Andrónico II, en calidad de aliado, 30.000 soldados mongoles para liberar Nicea de la embestida otomana. María Paleologina se entrevistó con el emir turco Otmán, el cual estaba sitiando Nicea. El fuerte carácter y las amenazas de la Déspina enfurecieron al emir, el cual, sabiendo que la llegada de los 30.000 mongoles se acercaba, decidió tomar fulminantemente la fortaleza bizantina de Tricocca, la cual cerraba el paso a la ciudad de Nicea. Ante esto, Andrónico ordenó a María que se retirara de Nicea y que retornara a Constantinopla. Roto el compromiso con Charmanda, la Déspina de los Mongoles fundó La bella iglesia de Santa María de los Mongoles, en honor a su nombre y al pueblo del que había sido reina. La Déspina hizo de la Iglesia un convento para monjas, el cual se mantendría hasta el año 1453, cuando los turcos tomaran Constantinopla. Murió allí, bajo el nombre monástico de “Melania”.
Mientras tanto, la Gran ciudad de Nicea quedó cercada por los otomanos, los cuales la tomarían en el año 1331, bajo el reinado de Andrónico III “El Joven”. En el año 1326, cayó Bursa (también llamada Prusa) y otras fortalezas asiáticas bizantinas como Yenisehir, cayeron ante la vigorosa contraofensiva turca.

Los Conflictos con Bulgaria:
La ofensiva política del Zar Búlgaro Teodoro Svetoslav, alarmó considerablemente al Basileo. En el año 1304, el Zar búlgaro se había enfrentado a las tropas imperiales de Miguel IX en la batalla de Skafida, donde el búlgaro había derrotado a los bizantinos estrepitosamente, capturando a muchos soldados y nobles que se encontraban batallando. Los bizantinos había perdido desde el año 1303, muchos puertos importantes del Mar Negro, como Anquialos (actual Pomorie), Mesembria (Nesebar), Sozópolis (Sozopol) y Agatópolis (Ahtopol), y la contraofensiva de Miguel IX fue un fracaso total.
Las cosas empeorarían mas para Bizancio, cuando los mercenarios imperiales alanos se rebelaron contra sus benefactores, y se pasaron al bando de Svetoslav. Ante lo comprometido de la situación, Andrónico decidió entablar una alianza matrimonial con el Zar Búlgaro en el año 1307, comprometiéndolo con su nieta, Teodora Paleologina, hija de Miguel IX y de su mujer, Rita-María de Armenia. A partir de eso momento, Bulgaria y Bizancio tuvieron relaciones pacíficas, con excepción de 2 ataques mongoles a la Tracia Bizantina, con apoyo indirecto de Svetoslav.
También en el año 1315, el Basileo entabló otra alianza matrimonial con el Déspota Juan II Ducas, de Tesalia, el cual, desposó a Irene Paleologina, hija bastarda de Andrónico II, con lo cual obtenía el apoyo del emperador para mantener su posición frente a las revueltas de los terratenientes tesalios y válacos, al mando de Esteban Gabrielópulos, el cual desafiaba la autoridad del Déspota. Andrónico II dio a Juan el título de Sebastocrátor de Tesalia, con lo cual el Déspota, aumentaba su poder y prestigio en la región que dominaba.

La Muerte de Miguel IX Paleólogo (1320):
El co-emperador Miguel IX fue una de las figuras más tristes y decadentes de la llamada “Era de los Paleólogos”. A pesar de ser un valiente y enérgico soldado, la mala suerte le siguió a lo largo de su vida. Todas las batallas en las que se batió contra turcos, búlgaros y catalanes fueron terribles derrotas, su traicionera actitud con Roger de Flor le valió el odio de los almogávares, los cuales se vengarían de el saqueando durante años Tracia y Macedonia, además, los mercenarios imperiales alanos (llamados Massagetoi) se amotinaron ante el co-emperador, y al no recibir su paga habitual, se unieron a los búlgaros.
Así pues, el co-emperador fue un hombre desafortunado, al cual la Historia le reservó acontecimientos desagradables y catastróficos para Imperio. Sin embargo, una tragedia familiar fue la que empeoró la salud de Miguel IX, y le produjo la muerte.
Su hijo menor, Manuel, pereció accidentalmente a manos de los partidarios de su hermano mayor, Andrónico “El Joven”. La muerte de Manuel deprimió gravemente a Miguel IX, el cual, falleció el 12 de Octubre de 1320, a la edad de 43 años, en la ciudad de Tesalónica. No quedan muy esclarecidas las causas de muerte, pero lo más lógico es que el desdichado co-emperador murió de pena tras la muerte de su hijo menor.
La muerte de Miguel llenó de tristeza al Basileo, el cual vio perecer al que debía sucederlo. Con su hijo mayor muerto antes de lo esperado, Andrónico veía que la sucesión se complicaba. El heredero legítimo al trono de Bizancio era Andrónico el Joven, el cual, si bien había sido anteriormente el favorito de su abuelo, la muerte de Manuel había dado un giro inesperado a los sentimientos de Andrónico II. Este culpaba a Andrónico de la muerte de su hermano, y por eso decidió desheredarlo y buscar otro heredero. Andrónico tenía otros hijos, como Constantino Déspota, hermano de Miguel IX, y otros hijos que había tenido con Irene de Montferrato, la cual había fallecido en el año 1317, después de haber abandonado al Basileo y haberse retirado con su propia corte a Tesalónica. Además, el anciano Basileo tenía otro nieto favorito, Miguel Katharos, hijo de Constantino Déspota y una sirvienta, el cual se había ganado el afecto del viejo emperador.
Ante la negativa de su abuelo de reconocerlo como heredero al trono, Andrónico “El Joven” se sublevó contra Andrónico II “El Viejo” , apoyado por un buen grupo de nobles jóvenes, que deseaban cambiar completamente el sistema de gobierno en Bizancio, viendo la incompetencia de Andrónico II.
Los más activos colaboradores de Andrónico “El Joven” fueron su gran amigo, Juan Cantacuzeno (futuro emperador Juan VI), de la noble familia de los Cantacuzeno, y Syrgiannes Paleólogo, hijo de Syrgiannes, Gran Doméstico de origen cumano (o quizás mongol) y de la princesa Eugenia Paleologina Cantacuzena, miembro de la familia imperial.
Estos 2 personajes comenzaron la revuelta en Tracia, donde Syrgiannes era gobernador imperial, y Cantacuzeno maquinaba para colocar a Andrónico en el trono de Constantinopla. Ante esto, el Basileo llegó a un acuerdo de paz con su nieto, dejándole reinar como co-emperador desde Adrianópolis, mientras el Basileo permanecía en el trono de Constantinopla.

La abdicación de Andrónico II “El Viejo”, y la coronación de Andrónico “El Joven” como Andrónico III:
La situación se puso mas tensa aún, cuando hubo un intento de asesinato contra el Basileo, por parte de Syrgiannes, el cual, tras no obtener el poder que ambicionaba de manos de Andrónico “El Joven”, decidió pasarse al bando del Basileo. El complot fue descubierto y Syrgiannes fue condenado a cadena perpetua por Andrónico II. Mientras se reanudaba la guerra civil entre abuelo y nieto, ambos llamaron en su ayuda a los vecinos y rivales del Imperio. Los serbios del rey Esteban Decanski apoyaron al Basileo, pues este, en su desesperación, les ofreció las fortalezas macedonias de la frontera serbo-bizantina. Mientras los búlgaros de Miguel Asen III apoyaron al joven Andrónico, que era su cuñado.
Fue entonces que Andrónico, a pesar de la amenaza de los serbios, depuso a su abuelo, el Basileo. Andronico II fue forzado a abdicar y se retiró a un monasterio, donde tomó el nombre monástico de Antonio. Allí moriría en el 13 de Febrero de 1332, en Constantinopla. El joven Andrónico exilió a los partidarios de su abuelo, como Teodoro Metoquites, que fue exiliado a Demótica, para luego ser perdonado en el año 1330.
El joven Andrónico sucedió a su abuelo, y fue coronado como Andrónico III, emperador de los romanos. Su reinado sería el último reinado activo de la historia bizantina, pues el nuevo Basileo, asistido por inteligentes y hábiles ministros, supo gobernar al Imperio correctamente, y aunque perdió las últimas grandes fortalezas bizantinas en Asia Menor (con excepción de Filadelfia y Heraclea del Ponto), inició una serie de reformas que trataron de mejorar la difícil situación del imperio, y devolverle su antigua grandeza. Fue una lastima que sus proyectos no se llegaran a cumplir, al menos del todo.

Consideraciones Finales al Reinado de Andrónico II Paleólogo:
El reinado de Andrónico II “El Viejo”, también llamado “El Teólogo” fue desastroso para el Imperio Bizantino. El Basileo, no supo gobernar con prudencia y sabiduría al restaurado Imperio Griego, y sus desatinos produjeron la decadencia militar y económica de Bizancio.
Escaso de talento militar, el Basileo confió la guerra a generales incompetentes, o a mercenarios desadaptados (como los almogávares). En efecto, el pésimo reinado de Andrónico II traería la ruina y la incapacidad militar en los años venideros. En el aspecto cultural, bajo la égida de Teodoro Metoquites, Bizancio tuvo un brillante esplendor cultural y artístico en sus últimos periodos de existencia, pues además, el Basileo apoyó firmemente el arte y las letras durante su reinado. En efecto, si Andrónico se hubiera rodeado de gente experta en el ámbito militar, y se hubiera abstenido de reducir el ejército, la Historia del Imperio Bizantino hubiera sido completamente distinta.


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Galo Garcés Avalos


Bibliografía Citada:
Autores antiguos:
- Nicéforo Gregoras: Historia Romana.
- Jorge Paquimeres: De Michaele et Andronico Palaeologis.
- Expedición de Catalanes y Aragoneses al Oriente por Don Francisco de Moncada.
Autores Contemporáneos:
- Donald M. Nicol: The Last Centuries of Byzantium (1261-1453).
- Mark C. Bartusis: The Late Byzantine army (1204-1453).
- Franz Georg Maier: Bizancio.
- Sir Steven Runciman: La Caída de Constantinopla (1453).
- Alexander Vasiliev: Historia de Bizancio, Volumen II.