sábado, 8 de marzo de 2008

Alejo II Comneno Porfirogénito (1180-1183)








Alejo II Comneno (1180-1183)
Por Galo Garcés

El reinado de Alejo II Comneno estuvo marcado por la regencia de su madre, la Basilisa María-Xena, y el amante de ésta, el Protosebastos Alejo, los cuales favorecieron los intereses de los mercaderes latinos en el imperio, ganándose el odio y el desprecio del pueblo bizantino. El trágico final de Alejo II, dio inicio al reinado de Andrónico Comneno, el último emperador de dicha dinastía en Constantinopla.

El heredero esperado:
A finales del año 1159, Berta-Irene de Sulzbach, esposa del emperador Manuel I Comneno, falleció en la gran ciudad de Constantinopla, causando gran dolor a su marido, el cual, describe un historiador contemporáneo, “Rugió como un león” en su lecho de muerte. De esta manera, el Basileo quedaba viudo, y sin ningún heredero varón que le sucediera.
Entonces, Manuel envió una embajada hacia los estados cruzados de Siria y Palestina, pues deseaba casarse con alguna de sus princesas. Los encargados de esta embajada fueron Juan Contostéfano, el dragomán (traductor) Teofilacto y Basilio Camatero, acolito (comandante) de la Guardia Varega. Tras llegar a Jerusalén, los embajadores vieron a las 2 candidatas a ser la nueva Basilisa de Bizancio. Las princesas en cuestión eran Melisenda, hermana del Conde Raimundo III de Trípoli y sobrina de la anciana reina Melisenda de Jerusalén, por lo tanto, prima del rey Balduino III; la otra princesa fue María, hija de Raimundo de Poitiers y Constanza de Altavilla, príncipes de Antioquía. Ambas eran famosas por su belleza, pero tras oír los embajadores rumores sobre la legitimidad de Melisenda, el Basileo Manuel escogió a María.
La princesa antioqueña era muy bella; el cronista Juan Cinnamus afirma que María era más bella que Melisenda, en cuanto Nicetas Choniates la llama “Afrodita Dorada”, y da grandes testimonios de la hermosa y rubia princesa normanda. El Basileo contrajo matrimonio con María de Antioquía el 24 de Diciembre de 1161, en la catedral de Santa Sofía; a continuación de la boda hubo fiestas y carreras en el Hipódromo de la ciudad. De esta manera, se hacía mas fuerte la conexión entre el Imperio y el principado normando de Antioquía.
Sin embargo, en los años siguientes, María no daba a luz ningún heredero; el Basileo había tenido 2 hijas con su primera mujer: María Comnena, la primogénita de Manuel, y Ana Comnena, que había fallecido siendo aún niña, aparte de algunos bastardos que Manuel había engendrado con damas de la corte. En esa época, el imperio se encontraba en guerra con Hungría, y, tras derrotar al rey Esteban III, el emperador Manuel obligó al monarca magiar a nombrar heredero al trono a su joven hermano Béla, además de entregarle los territorios de Croacia y Dalmacia, y dejar que Béla fuera educado en la corte de Constantinopla, en el año 1164. Cuando Béla llegó a la ciudad, Manuel decidió comprometerlo con su hija María, y de esta manera unir Hungría con Bizancio. Fue por esto que Béla fue renombrado Alexio y se le concedió el título nobiliario “déspota”. Los nobles se negaron rotundamente a los planes del Basileo, y el portavoz de éstos fue Andrónico Comneno, primo de Manuel, el cual se negó a jurar lealtad al nuevo heredero, y por lo cual Manuel le nombró duque de Cilicia, alejándolo de la corte imperial.
Para alivio de los nobles, que se negaban a reconocer como heredero al príncipe húngaro, la Basilisa María quedó embarazada. En este nuevo bebé, los nobles pusieron todas sus esperanzas, rezando porque fuera varón, y así fue.
El 14 de septiembre de 1169, nació Alejo II Comneno, el cual fue proclamado heredero y sucesor por Manuel, el cual, desheredó a Béla-Alexio y rompió el compromiso con su hija. De esta manera nacía el tan ansiado heredero para el trono de Constantino el Grande.

Comprometido con Inés de Francia:
Manuel, usando una de sus más notables habilidades, la diplomacia, decidió casar a su hijo con Inés, hija de Luis VII, rey de Francia con su tercera esposa, Adela de Champaña. En el año 1178, el conde Felipe de Flandes había pasado por Constantinopla en su retorno de Tierra Santa; el conde de Flandes fue recibido por el Basileo, el cual le expresó sus deseos de aliarse con Francia por medio del matrimonio de su hijo con la hija del rey Luis. Así pues, una embajada bizantina acompañó al conde hacia Francia, para asegurar el compromiso con la princesa franca, en el invierno de 1178-1179.
De esta forma, Inés partió hacia Constantinopla desde el Montpellier, en la Semana Santa de 1179. En Génova, la flota de la princesa se incrementó de 5 a 19 barcos, capitaneada por Balduino Guercio, un genovés al servicio de Bizancio. En el verano de 1179, Inés de Francia llegó a la Ciudad de Constantino, y su llegada fue celebrada con mucha alegría por el pueblo bizantino. Ya en la ciudad, la prometida de Alejo II fue saludada por una oración, hecha por Eustacio, Cónsul de los Oradores y metropolitano de Tesalónica.
Según el historiador cruzado Guillermo de Tiro, Inés tenía 8 años cuando llegó a Constantinopla, y Alejo II tenía 13. La boda se celebró en el salón del Trullo, en el Sagrado Palacio Imperial de Constantinopla, el 2 de Marzo de 1180.

La Regencia de María-Xena y el Protosebastos Alejo:
Lamentablemente, el 24 de Septiembre de 1180, el gran emperador Manuel I Comneno falleció, dejando el Imperio en manos del adolescente Alejo II. A la muerte de Manuel, su viuda, la Basilisa María, tomó los hábitos bajo el nombre de “Xena” (extranjera), sin embargo, era ella quien dominaba el Estado Bizantino en calidad de regente, y tomó como amante y co-regente al Protosebastos Alejo Comneno, sobrino de Manuel y primo de Alejo II, lo cual causó escándalo entre la población bizantina, que veía con malos ojos la relación entre la emperatriz y su “sobrino”.
Durante el periodo de regencia, los mercaderes latinos fueron favorecidos en detrimento de los artesanos y comerciantes bizantinos; por esta razón, el pueblo empezó a odiar a los regentes, y la portavoz de éste fue la joven Porfirogénita María Comnena, la hija mayor de Manuel, la cual, junto a su marido, el César Juan-Rainiero de Montferrato y el Patriarca de Constantinopla, Teodosio I Boradiotes, organizaban motines contra los regentes en las calles de la “Nueva Roma”.
La Porfirogénita María llamó en su ayuda a su tío, Andrónico Comneno, el cual se encontraba como gobernador de las antiguas tierras de los Comnenos en Paflagonia, en torno a ciudad de Oinaion y la fortaleza de Kastamonu (Kastra Komnenon); Andrónico aceptó la propuesta y decidió acudir en ayuda de su sobrina con un ejército conformado por paflagonios y algunos mercenarios árabes. Mientras en Constantinopla, la situación empeoró, ya que los motines organizados por la Porfirogénita, eran cada vez más fuertes; el pueblo y muchos soldados nativos apoyaban a la hija de Manuel Comneno, la cual mostraba verdadero amor y comprensión hacia su pueblo y los intereses de éste. La situación llegó a tal extremo, que el Protosebastos Alejo ordenó a los mercenarios latinos que salieran a poner orden en la ciudad y que atraparan a los conspiradores, los cuales se refugiaron en el Santuario de Santa Sofía, con la venia patriarcal. Los nobles rebeldes se encerraron en la Gran Iglesia, junto con ciudadanos simpatizantes y algunos mercenarios. La Porfirogénita con sus partidarios resistieron 2 meses en Santa Sofía y, finalmente, los rebeldes consiguieron una amnistía para María Comnena y su marido, el César; sin embargo, muchos nobles conspiradores fueron encarcelados, y el patriarca Teodosio, a pesar de ser respetado por muchos, fue depuesto de su cargo por los regentes.
Mientras en Paflagonia, Andrónico Comneno seguía organizando el ejército con el cual iría en auxilio de la Porfirogénita, los regentes se hallaban ocupados suprimiendo las revueltas y batallando contra los húngaros del antiguo príncipe Béla-Alexio, ahora rey de Hungría bajo el nombre de Béla III. El rey Béla había atacado a las guarniciones bizantinas que guardaban Dalmacia, Bosnia y Sirmium; en Rascia (Serbia) el príncipe Esteban Nemanja rechazó la autoridad imperial en el país. Mientras tanto en Asia, los Selyúcidas de Iconio invadieron amplias porciones de Asia Menor, especialmente aquellas zonas reconquistadas por Juan II Comneno (Sozópolis, Atalia, Cotyaeum, etc.) y los armenios de Cilicia, bajo el mando del príncipe Rubén III, tomaron las ciudades de Mamistra, Tarso y Adana, expulsando a las guarniciones griegas de la zona. El príncipe Bohemundo III de Antioquía se sacudió de la tutela bizantina y reafirmo su autoridad sobre los territorios colindantes a la ciudad de Antíoco.
En mayo de 1182, Andrónico Comneno marchó contra Constantinopla. En la ciudad de Calcedonia, en la costa asiática de Bizancio, derrotó a un ejército comandado por el general Andrónico Ángel, primo tanto de Manuel como de Andrónico. Finalmente, el ejercito rebelde llegó a Constantinopla, la cual estaba principalmente defendida por mercenarios latinos, al servicio de los regentes. La emperatriz María-Xena puso su confianza en la flota que cerraba el Cuerno de Oro, sin embargo, el Megaduque y los demás marinos griegos, se pasaron al bando de Andrónico, apoyando a éste con los buques imperiales; solo los marinos venecianos se negaron a traicionar a la emperatriz. En la ciudad, viendo la monumental debilidad de los regentes, la Guardia Imperial Varega arrestó y cegó al Protosebastos Alejo, enviándolo a una mazmorra. El ejército rebelde entró en la ciudad apoyado por un motín popular, el cual fue seguido por una brutal masacre de latinos. Nadie mejor que Eustacio de Tesalónica para relatar lo ocurrido:
“Contar las desgracias que entonces sufrieron los latinos, el fuego que devoró sus bienes, sin tener en cuenta los saqueos que sufrieron, y los accidentes ocurridos en las playas y en las calles, sería empresa difícil.
Ya que no sólo los latinos armados eran la presa de los hombres de Andrónico, sino que la gente, que no podía defenderse, no suscitaba ni la más mínima piedad.
De hecho las mujeres y los niños eran abatidos por sus espadas.
Pero el espectáculo mas horrible se daba cuando el hierro enemigo, abriendo el vientre de las mujeres encintas, sacaba el feto, que, después de haber visto antes de tiempo la luz del sol, era acogido por las tinieblas del infierno, muriendo antes todavía de estar perfectamente vivo.
Y esto era bestial, no comparable a otras formas de locura.
Cayó también un sacerdote latino, no sé si venido en embajada de la antigua Roma o de Sicilia, o sea romano o siciliano.
Y cayó con todos los ornamentos sagrados que él se había puesto en vez de las armas, con la esperanza de que los malvados lo respetasen.”
Así pues algunos marinos venecianos que escaparon a tiempo de la masacre, se hicieron piratas y devastaron durante algunos años las islas del Mar Egeo. La cifra de latinos asesinados durante esta masacre es aproximadamente 30.000; en la ciudad, Andrónico fue recibido con muchos honores y alabanzas por parte del pueblo griego; Andrónico se ganó las simpatías y el cariño de los constantinopolitanos a causa de su latinofobia, y muchos ciudadanos consideraban a Andrónico como su salvador del yugo latinófilo de la regencia.
La emperatriz María-Xena quedó encerrada en palacio, sin ningún poder sobre el estado; también hubo revueltas en el ducado de Tracesios, donde el Gran Doméstico Juan Comneno Vatatzés derrotó un ejército de Andrónico Comneno, dirigiéndose a Constantinopla; sin embargo, Vatatzés murió de alguna enfermedad pocos días después y su ejército se desintegró. Ahora Andrónico quedaba como regente y protector del joven Alejo II, el cual era un mero espectador de todo lo que acontecía en el Imperio.
La Ejecución de María-Xena:
Misteriosamente, la Porfirogénita María y el César Juan-Rainiero fallecieron, y se sospechó que fueron envenenados. La emperatriz María-Xena fue encerrada en el monasterio de San Diómedes, cosa que disgustó a algunos cortesanos. Aunque el nuevo regente era apoyado por el pueblo, la situación del imperio era todavía inestable, porque a principios de 1183 fue desmantelada una conspiración puesta en marcha por el Megaduque (Gran Duque de la Flota), el Logotete Ton Dromon, y el general Andrónico Ángel. Los conspiradores fueron descubiertos, cegados y encarcelados; Andrónico Ángel se refugió en los territorios del Reino Latino de Jerusalén, gobernado en ese entonces por el rey Balduino IV “el leproso”.
Se juzgó también a la emperatriz María-Xena, bajo los cargos de traición y conspiración con el rey de Hungría Béla III, su cuñado. El patriarca Teodosio consideró el juicio una farsa y se negó a apoyar tal proceso, y muchos jueces prefirieron dimitir a condenar a la Basilisa.
El mismo Andrónico ofreció a su hijo mayor, Manuel y al Sebastos Jorge a ejecutar a la condenada. Al negarse tanto Manuel como Jorge, el cruel Andrónico encargó a su favorito, el eunuco Pterygeonites y al Hetairiarca Constantino Tripsycos la ejecución de la Basilisa. Finalmente María-Xena de Poitiers-Antioquía fue ahorcada a manos de estos 2 cortesanos y fue enterrada en una fosa común, en la cercanías de la playa. Según el cronista Inglés Roger de Howden, María fue introducida en un saco y lanzada al mar. El joven Alejo II fue obligado a estampar su sello en la condena a muerte de su madre.

Asesinato de Alejo II Comneno y usurpación de Andrónico:
Poco después del asesinato de su madre, el joven heredero Alejo II fue presa de la crueldad y ambición sin limites del anciano y maquiavélico Andrónico, el cual ordenó el asesinato del emperador niño en Octubre de 1183.
Alejo II fue ahorcado con la cuerda de un arco por Esteban Hagiocristoforito, el sicario de Andrónico; también participaron en el asesinato Teodoro Dadibrenos y Constantino Tripsycos. A continuación Andrónico se proclamó como único Basileo y se casó con la viuda de su víctima, Inés de Francia (llamada Ana en Bizancio), que contaba con solo 13 años de edad. De esta forma brutal y malvada, comenzó el reinado de Andrónico I Comneno, el último soberano de dicha dinastía bizantina.

Consideraciones Finales al reinado de Alejo II:
No se puede culpar de nada al niño Alejo II, puesto que como expliqué en los párrafos anteriores, era un mero espectador de lo que acontecía en su imperio. El solo fue el instrumento de la ambición de sus regentes, los cuales condujeron al imperio a la anarquía y el desorden total. No me queda más que decir, que Alejo II tuvo un final desgraciado, sin merecerlo, pues no tuvo la oportunidad, de gobernar Bizancio como un auténtico Basileo.

Alejo IV Ángelo "El Joven" (1203-1204)


Alejo IV Ángel
Por Galo Garcés


El reinado de Alejo IV “El Joven” fue el golpe de gracia al debilitado Imperio Romano de Oriente. Este joven autócrata fue la marioneta de los cruzados francos y venecianos en Constantinopla, y su muerte fue la excusa para que éstos tomaran la Gran Ciudad del Bósforo, la saquearan brutalmente, y, finalmente, fundaran el decadente y miserable Imperio Latino de Constantinopla, también llamado “Romania”.

Inicios de Alejo IV en el Imperio:
Alejo IV nació alrededor del año 1182, dos años después de la muerte del gran emperador Manuel I Comneno, el cual había dado a Bizancio sus últimos días de esplendor.
Alejo era hijo de Isaac Ángel, miembro menor de la familia imperial, y probablemente de Irene, hija bastarda del Basileo Andrónico Comneno y su amante Teodora Comnena, sobrina de Manuel I y viuda de Balduino III, fallecido rey de Jerusalén. Sus 2 hermanas de padre y madre fueron Eudocia, una monja, e Irene, casada con Roger III de Sicilia y más adelante con Felipe de Suabia, rey de Germania.
De esta manera, el príncipe Alejo descendía por ambos lados de la gloriosa y poderosa familia Comneno, cuya dinastía había dado a Bizancio 3 grandes emperadores.
Durante el reinado de su padre, Alejo vivió al lado de este, y como hijo del Basileo, tuvo una vida llena de lujo e innumerables comodidades. En su juventud, estuvo comprometido con la princesa eslava Eufemia de Chernigov. Era esperado que Alejo, por ser el vástago mayor de Isaac, sucediera a éste en el trono, lo cual sucedió, gracias a la intervención de los cruzados en Constantinopla y la restauración de su padre en el trono de los césares.

Aprisionamiento y huída a Germania:
En 1195, mientras Isaac II había salido de caza a Tracia, Alejo Ángel, hermano de Isaac y tío de Alejo IV, fue proclamado emperador por los generales Miguel Cantacuzeno, Juan Petralifas y Teodoro Branas, altos mandos del ejército bizantino. Su padre fue cegado y luego encarcelado en la Torre de Anemas, y tanto él como su madrastra, Margarita de Hungría (llamada María en Bizancio) y sus hermanastros (Juan y Manuel) eran encarcelados junto a Isaac ese mismo año.
Mientras Alejo estaba encarcelado, durante el año 1201, su tío y emperador Alejo III iniciaba una campaña contra el protostrator Manuel Camytzes, el cual se había rebelado contra el Basileo y se había unido a los búlgaros y válacos de su yerno Dobromir, conocido en Bizancio como “Crysos”, un prominente caudillo búlgaro. Con ayuda de 2 mercaderes pisanos, el joven príncipe Alejo se escabulló de su celda y partió rumbo al puerto de Ancona; luego se dirigió a las tierras del Sacro Imperio Romano Germánico, donde reinaba como regente su cuñado, Felipe de Hohenstaufen, duque de Suabia y rey de Alemania, al cual pidió asilo.
En la corte alemana, Alejo conoció a Bonifacio, marqués de Montferrato, el cual había sido escogido recientemente líder de la 4ta. Cruzada, proclamada por Inocencio III para la invasión a Egipto. Bonifacio se hallaba en la corte alemana, visitando a Felipe, mientras los cruzados estaban sitiando la ciudad de Zara (actual Zadar), en Dalmacia.
En el campamento cruzado ubicado en Zara, Alejo se presentó, acompañado por Bonifacio, ante los barones francos y el Dogo de Venecia, Enrico Dandolo. Convenció a los cruzados de ayudarlo a recuperar el trono de su padre bajo los siguientes acuerdos:
- 10.000 soldados bizantinos apoyarían al ejército cruzado.
- 500 caballeros griegos serían mantenidos como guarnición en el Santo Sepulcro.
- La flota bizantina apoyaría en el transporte de los cruzados a Egipto.
- 200.000 marcos de plata por la ayuda recibida.
- El retorno de la obediencia de la Iglesia Griega a la Romana.
Estos fueron los tratos pactados por el joven príncipe con los cruzados, para restaurar en el trono al Isaac II. En efecto, Alejo pretendía ocupar el trono, puesto que su padre se hallaba ciego, y, en Bizancio, un ciego no podía reinar. Ya en el año 1201, mediante los acuerdos secretos de Haguenau, el rey Felipe de Alemania, el marqués Bonifacio, el dogo Dándolo y Alejo IV, acordaron desviar la cruzada rumbo la ciudad de Constantinopla, capital del Imperio de Oriente.

El sitio de Constantinopla y la coronación de Alejo IV:
En el año 1203, los cruzados llegaron a Constantinopla; el recorrido de los cruzados fue las siguientes ciudades e islas:
- El 7 de Abril de 1203, los cruzados partieron de Zara rumbo a la ciudad de Dirraquio, capital de un ducado bizantino, la cual se rindió ante los cruzados y reconoció al joven Alejo como su legítimo Basileo.
- En Corfú, el gobernador bizantino se negó a abrir sus puertas a los cruzados, los cuales pillaron las principales aldeas y zonas de la isla. El 24 de mayo de 1203 los cruzados abandonaron Corfú.
- Los caballeros cruzados llegaron a la isla de Andros, la cual fue brutalmente saqueada y la mayoría de aldeas y zonas ricas de la isla fueron pilladas e incendiadas.
- La flota veneciana cruzó los Dardanelos y llegó a la ciudad de Abydos. Los cruzados permanecieron una semana en la ciudad, robando trigo y otras provisiones.
- Los cruzados llegaron el 23 de Junio de 1203 al monasterio de San Esteban, desde el cual se podía ver la gran ciudad de Constantinopla.
- Al día siguiente, los cruzados sitiaron y tomaron la ciudad de Calcedonia, en la costa asiática de Bizancio.
Las ciudades de Calcedonia y Crisópolis (Scutari), fueron saqueadas por los cruzados, los cuales se asentaron en los Palacios que Alejo III había mando a construir en aquellas 2 ciudades. Estos también se batieron en Scutari con las tropas del general Teodoro Láscaris, el cual trató sin éxito expulsarlos de Bizancio; otro intento fue liderado por el ineficaz megaduque Miguel Stryfnos, el cual, al mando de 500 caballeros griegos, atacó a los cruzados, los cuales derrotaron a los bizantinos y saquearon el campamento griego.
Los cruzados comenzaron el asedio a Constantinopla, mostrando al joven Alejo por diversos sectores de las murallas; sin embargo, para sorpresa de estos, a los bizantinos les dió igual la presencia de Alejo en el campamento cruzado. Los latinos atacaron la ciudad de Constantino, cuyas murallas, tenían la fama de inexpugnables y que además, daban a la guarnición bizantina gran ventaja en la defensa. Tras romper los marinos venecianos la cadena de hierro que cerraba el Cuerno de Oro, la flota veneciana desembarcó a los cruzados frente a las murallas marítimas de Constantinopla, atacando principalmente los sectores de Blaquernas y Petria. En Blaquernas, se hallaba el Palacio Imperial, por lo cual, cuando los cruzados atacaron con fuerza ese sector, el emperador usurpador Alejo III Comneno-Ángel (Alejo III se apropió del apellido Comneno para tratar de incrementar su menguado poder), ordenó que saliera a la defensa de las murallas de Palacio, la famosa y temida Guardia Imperial Varega, formada por ingleses, daneses, escandinavos y rusos, la cual hizo retroceder a los cruzados y logró expulsarlos de las murallas.
Finalmente, temiendo perder la vida en los combates contra los latinos, Alejo III huyó de la ciudad, con 10.000 monedas de oro y algunas damas de la corte (incluida su hija favorita, Irene). Entonces, los bizantinos, al ver que no había un Basileo, decidieron sacar de prisión a Isaac II, el cual, a pesar de estar cegado, fue puesto en el trono de los césares. Los barones cruzados presionaron a Isaac para que coronara a Alejo como co-emperador y lo nombrara heredero legítimo al imperio.
Fue entonces, que el 1 de Agosto del año 1203, Alejo fue coronado como Alejo IV Ángel, Basileo de Bizancio, emperador de los romanos y autócrata de Constantinopla.

El reinado de Alejo IV (de Agosto de 1203- Enero de 1204):
El corto reinado de Alejo IV “El Joven”, fue catastrófico para el Imperio. La situación entre la población bizantina y los cruzados se ponía cada vez mas tensa. Alejo IV había rogado a los cruzados que se retiraran de la ciudad hacia extramuros, pues estos habían atacado a la población sarracena que vivía en la ciudad desde los tiempos de los Comnenos.
Mientras en Tracia, Alejo III intentaba armar la resistencia contra los invasores latinos, los búlgaros liderados esta vez por Kaloyán, hermano menor de Pedro e Iván Asen, atacaban impunemente las fronteras de los bizantinos en Tracia y penetraban en Macedonia. En Constantinopla, Isaac II “El Ciego”, se daba cuenta de las amenazas que rodeaban a su debilitado imperio, y que su hijo Alejo no estaba preparado para dominar la crisis que se cernía sobre esa sombra de imperio. En la corte, Isaac se dedicó a atacar la imagen pública de su hijo Alejo, diciendo que este paraba en compañía de “hombres depravados”.
Ante la gravedad de la situación, Alejo empezó a saquear las iglesias de la ciudad, fundiendo la plata de los iconos, y a sus enemigos políticos les confiscó todos sus bienes y propiedades. Además de esto, el joven autócrata decidió saquear algunas ciudades y aldeas tracias, con la intención de que el botín fuera destinado al pago de los cruzados.
En Setiembre de 1203, una embajada de los barones cruzados se presentó ante las puertas del Palacio Imperial de las Blaquernas. Fueron recibidos por el emperador Isaac II, su mujer María (Margarita) de Hungría, el joven Alejo IV, por la emperatriz viuda Inés de Francia (viuda de los emperadores Alejo II y Andrónico I) y por Alejo Ducas, el Protovestiario, apodado Murzuflo (“el de las pobladas cejas”). En este encuentro los cruzados exigieron de manera arrogante al Basileo la cancelación de la deuda pendiente y que se cumplieran los pactos acordados. No bastaron los leones y avecillas de metal mecanizados, ni el boato de los bizantinos para intimidar a los cruzados, pues estos, casi desafiando la autoridad de los Basileos, afirmaron que detrás de todo ese montaje, se descubría una debilidad monumental. Fue entonces cuando Isaac, sin poder soportar la humillación, se levantó de su trono y dijo a los cruzados: “nadie nunca se atrevió a desafiar la autoridad de los cesares en el propio palacio. ¡No responderé vuestra insolencia!” gritó y mando a llamar a la guardia palaciega.
A estas alturas la situación ya era insostenible, y los bizantinos ya no aguantaban más la presencia de los cruzados en las afueras de Constantinopla. En Diciembre de 1203, los Constantinopolitanos se hartaron de la presencia de los cruzados, por lo cual masacraron a muchos latinos que estaban en la ciudad. Ante esto, los cruzados se sintieron defraudados por Alejo, el cual hizo caso omiso a las quejas de los latinos, con su famosa frase: “No haré más de lo que ya he hecho”. A estas alturas, Alejo se había vuelto impopular en Constantinopla, al igual que su padre. A inicios de enero del año 1204, Alejo decidió atacar a la flota veneciana que se encontraba en el Cuerno de Oro. Para esta maniobra se valió de 17 buques de la flota imperial, los cuales, cargados con fuego griego, tenían la misión de quemar todos los barcos venecianos posibles, pero estos fallaron en su cometido.

Fin del Reinado de Alejo IV “El Joven”:
A finales de Enero, la población bizantina, harta de las torpezas, los desatinos y la política de los Ángel, proclamó en Santa Sofía, instigados por algunos nobles y altos sacerdotes, a Nicolás Canabus.
Ante esta catastrófica situación, Alejo intentó conciliar con los cruzados, para lo cual designó a su Protovestiario Alejo Ducas Murzuflo, como emisario para ganar la ayuda de los latinos, más Murzuflo, un intransigente anti-latino, no obedeció las órdenes del joven Basileo. Murzuflo tomó el poder en Constantinopla la noche del 27-28 de Enero, con ayuda de la guardia Varega arresto a Alejo IV y a su padre Isaac II, para luego enviarlos a las mazmorras de la ciudad.
Isaac II falleció poco tiempo después, en cuanto Alejo IV fue ahorcado el 8 de febrero por la guardia Varega. Nicolás Canabus, el Basileo elegido por el populacho, fue ejecutado por Murzuflo y finalmente este se proclamo nuevo autócrata de la ciudad. El cuerpo del joven Alejo IV fue molido a mazazos por órdenes de Murzuflo.

La toma de Constantinopla por los cruzados:
Tras muchos enfrentamientos entre Murzuflo y los cruzados, los últimos tomaron la ciudad de Constantino el 12 de abril de 1204. La “Nueva Roma” fue sometida a un brutal saqueo, muchos palacios e iglesias fueron despojados de sus tesoros y reliquias; la población sufrió muchos tormentos, incluyendo matanzas, violaciones y torturas de toda clase.
Innumerables edificios públicos, bellos palacios y casas, iglesias, basílicas, entre otros fueron incendiados. La gran iglesia de Santa Sofía fue saqueada brutalmente, todos los ornamentos sagrados fueron robados. El palacio de las Blaquernas se rindió ante las tropas del Conde Enrique de Flandes, el cual prometió no hacer daño a nadie que se encontrara dentro del Palacio. Mientras tanto Murzuflo había abordado una nave en Puerto de Bucoleón, con dirección a Tracia. En la nave se encontraban la princesa Eudocia Angelina, hija de Alejo III y amante de Murzuflo, y la emperatriz Eufrosina, madre de Eudocia. Enterado de la huída de Murzuflo, Bonifacio, el marqués de Montferrato y líder de los cruzados, se dirigió al palacio de Bucoleón, donde encontró, aparte de un gran tesoro, a la viuda de Isaac II, Margarita de Hungría, de la cual se había enamorado. También se encontraban en el magnífico recinto la emperatriz viuda Inés de Francia, ahora amante del conspirador general Teodoro Branas. Los cruzados se repartieron el imperio de Bizancio, proclamaron emperador a Balduino de Flandes y comenzaron la invasión de los territorios del antiguo imperio.

Consideraciones Finales:
El reinado de Alejo IV fue, como dije anteriormente, el golpe de gracia al debilitado Imperio Romano de Oriente. Bizancio jamás se recuperó del saqueo por parte de los cruzados, los cuales se repartieron Grecia y Tracia a su antojo, y dejaron ambas provincias en la ruina tras los combates contra búlgaros y griegos. Muchas fueron las causas de este lamentable suceso, y si bien se debe de echar algo de culpa al incompetente Alejo IV, también sus antecesores cometieron errores monumentales, que llevaron al imperio a la ruina y decadencia total.

Alejo V Murzuflo (1204)
Por Galo Garcés

El reinado de Alejo Ducas Murzuflo (el de pobladas cejas), que duró los meses de Febrero, Marzo, y parte de Abril del año 1204, culminó con la toma de Constantinopla por los cruzados el 12 de Abril de 1204. Durante su corto reinado, Murzuflo trató de expulsar a los cruzados de Bizancio, mas sus intentos fallaron, y finalmente huiría de la ciudad antes de ser capturado por los latinos.

Antes de ser emperador:
Alejo era miembro de la noble y poderosa familia Ducas, la cual había dado a Bizancio los incompetentes emperadores Constantino X y Miguel VII Parapinacio. En su condición de noble y del linaje de los Ducas, Murzuflo ocupó durante el reinado de Alejo III Ángel el rango de Protovestiarios y además de esto, se convirtió en amante de la hija de este, Eudocia, la cual había sido princesa consorte de Serbia, mas había sido humillada y exiliada del país por su propio esposo, el príncipe serbio Esteban Nemanja. Antes de estar con Eudocia, Murzuflo había estado casado 2 veces.
Durante el reinado de Alejo III, Murzuflo fue un mero espectador de la corrupción y decadencia en la se hallaba sumida la corte imperial de Bizancio. El imperio no era mas que una sombra de lo que fue en otros tiempos; con los búlgaros devastando Tracia y arrinconando a los ejércitos bizantinos en Macedonia, la cual sería atacada impunemente tras la llegada de los cruzados. Para colmo de males, los búlgaros no eran el único problema; los turcos Selyúcidas de Iconio habían tomado Attalia a los Basileos de Bizancio y habían encontrado a través de ella salida al mar; aparte de estos hechos, el gobernador provincial asiático Miguel Ducas se había rebelado contra el Basileo en el Thema de Mylasa, adueñándose de gran parte de Asia Menor con ayuda de los turcos, los cuales desafiaban la autoridad imperial en los territorios cercanos a la ciudad de Antioquía de Pisidia.
Mientras tanto, en Constantinopla, Alejo III se dedicaba a gastar el tesoro público en sus jardines y palacios, y tomó como medida ante esta catástrofe, apropiarse del apellido Comneno, que en palabras del Logoteta Nicetas Choniates, había llegado a ser sinónimo de poder y autoridad. La anarquía dominaba el estado bizantino en estos tiempos, e incluso los generales y funcionarios imperiales dilapidaban el dinero publico buscando su propio lucro, como el megaduque Miguel Stryfnos, jefe de la marina, que vendió velas y jarcias pertenecientes a la flota, buscando llenar de esta forma sus arcas.
En el año 1200, Murzuflo había sido parte del atentado de Juan Comneno por usurpar el trono a Alejo III, el cual resultó frustrado. Como consecuencia de esto, Murzuflo fue encarcelado y no sería liberado hasta la restauración en el trono de Isaac II, junto con su hijo Alejo IV.

Llegada de los Cruzados a Constantinopla:
Fue entonces que Alejo III tuvo que enfrentarse a su sobrino Alejo “El Joven”, hijo de su hermano Isaac II, el legítimo Basileo al cual Alejo III había depuesto y cegado, adueñándose de la púrpura y la diadema de los romanos, y arrojando a su desdichado hermano a las mazmorras de la Torre de Anemas. El joven príncipe Alejo había escapado de la mazmorra en la que se encontraba con ayuda de 2 comerciantes pisanos, y fue conducido a Alemania, mientras el Basileo batallaba contra el general rebelde Manuel Camytzes, el cual se había unido a los búlgaros.
Alejo IV “El Joven” llegó a Constantinopla en el año 1202, acompañado del ejército de la 4ta. Cruzada, el cual estaba liderado por el marqués italiano Bonifacio de Montferrato. Los cruzados habían sido transportados a la Ciudad por la flota veneciana, encabezada por el anciano Dogo Enrico Dándolo. Los cruzados primero atacaron, tomaron y saquearon las ciudades de Calcedonia y Crisópolis, en la costa asiática de Constantinopla, y asentándose en los Palacios de ambas ciudades. A pesar de los intentos del incapaz megaduque Stryfnos y del valiente general Teodoro Láscaris, los bizantinos no consiguieron expulsar a los cruzados de Bizancio.
Los cruzados pusieron sitio a la Ciudad de Constantino, tanto por tierra como por mar, pues los marinos venecianos se valieron de una tijera de hierro colocada en una de sus galeras para cortar en dos la gran cadena de hierro que cerraba el Cuerno de Oro. A pesar de los intentos de la flota bizantina por evitar el desembarco de los cruzados frente a las murallas marítimas, los navíos venecianos burlaron con facilidad a la antaño poderosa y prestigiosa flota imperial, ahora conformada por unos cuantos buques. Cuando los cruzados atacaron con fuerza los sectores de las murallas allende los barrios de Blaquernas y Petria, el emperador ordenó que saliera en defensa de las murallas marítimas la Guardia Varega, unidad de élite imperial. La Guardia Varega rechazó con fuerza la embestida de los cruzados, e incluso los hizo retroceder de las fortificaciones. Luego, el emperador salió de la ciudad, dispuesto a combatir a los cruzados. La elegancia de los guerreros bizantinos, con sus armaduras y cascos brillantes, sus sables afilados y los estandartes purpúreos, no intimidó a los cruzados, los cuales atacaron con más ímpetu al saber que el Basileo se encontraba fuera de la ciudad. Viendo las hordas de latinos abalanzándose sobre sus tropas y tomando en cuenta que podría morir durante el combate, Alejo III se retiró del campo abierto y volvió a las murallas fortificadas.
Lo comprometido de la situación hizo tomar al Basileo la peor decisión. Alejo III abandonó la ciudad de Constantinopla, llevando consigo 10.000 monedas de oro, algunas joyas saqueadas de las capillas del Palacio de las Blaquernas, y a su hija favorita Irene. El emperador dejó a su mujer Eufrosina y a sus hijas Ana y Eudocia, la amante de Murzuflo, en la Ciudad. Alejo III llegó a Develtos, en Tracia, donde empezó a organizar la resistencia contra los latinos en la principales ciudades tracias, como Adrianópolis, Mosynópolis y Demótica. Mas la resistencia fue esporádica, ya que los búlgaros asolaban con impunidad las aldeas y ciudades tracias, lo cual dejaba Alejo III un escaso numero de soldados, pues la mayoría se encontraban en las guarniciones de las principales fortalezas de la zona, haciendo frente a las hordas búlgaras del zar Kaloyan.
Entonces, los bizantinos decidieron, al ver que no tenían Basileo, sacar al anciano y ciego Isaac II de prisión, y revestirlo con la púrpura imperial. Los cruzados, sintiéndose burlados por los griegos, presionaron a Isaac II para que coronara al joven Alejo como co-emperador. Entonces Alejo IV fue coronado Basileo en Santa Sofía el 1 de Agosto del año 1203. Fue entonces cuando Murzuflo fue liberado de prisión, e Isaac II y Alejo IV lo restablecieron en su rango de Protovestiario.

El efímero reinado de Alejo IV:
Restablecido en su cargo y con su dignidad devuelta, Murzuflo volvió a la vida cortesana. En la ciudad, las cosas iban de mal en peor, pues los Angelos eran cada vez mas odiados por el pueblo, ya que los culpaban de haber traído a los cruzados a Constantinopla. Ya había mucha tensión entre latinos y bizantinos a estas alturas, y hubo enfrentamientos entre los cruzados y los sarracenos de la ciudad, ya que los primeros habían atacado e incendiado las mezquitas construidas por los últimos en Constantinopla, bajo el beneplácito de los monarcas Comnenos. Fue entonces que Alejo IV rogó a los peregrinos que se retiraran a su base, allende la Torre de Gálata y a extramuros.
En Constantinopla, la situación era insostenible, puesto que la gente odiaba cada vez más el régimen de los Angelos, y sobre todo estaban hastiados de tener tan cerca de su ciudad a los latinos. Muchos senadores y altos sacerdotes de la ciudad, ya pensaban en derrocar a los ineptos Basileos. Murzuflo mientras, ganaba la confianza y el apoyo de los jefes del ejército, y de muchos nobles de la facción anti-latina.
Murzuflo, en su calidad de Protovestiario, recibió junto a los Basileos la embajada de los barones cruzados en Septiembre de 1203. La recepción de los barones tuvo lugar en el Palacio de las Blaquernas, donde Isaac II, su hijo Alejo IV, entre otros miembros prominentes de la corte, recibieron a los líderes latinos. Allí los cruzados pusieron en claro sus condiciones, sin ningún respeto hacia la autoridad de los emperadores, lo cual suscitó molestia entre muchos cortesanos e incluso en Isaac II, el cual ordenó a los barones que salieran inmediatamente de Palacio y volvieran a su campamento.
Tras muchos enfrentamientos entre los emperadores y el pueblo bizantino, los últimos destronaron a Isaac II y Alejo IV, reemplazándolos por el noble Nicolás Canabus, el cual fue coronado emperador en Santa Sofía por algunos nobles y altos sacerdotes.
A estas alturas, la “Nueva Roma” estaba dominada por la anarquía y la inestabilidad política. Los Basileos, al ver que perdían su poder, y encontrándose acorralados en el Palacio Imperial, enviaron a Murzuflo, para que consiguiera de nuevo la ayuda de los cruzados. Pero Murzuflo, un intransigente anti-latino, desobedeció la orden de los Basileos y finalmente, la noche del 27-28 de Enero del año 1204, tomó el poder, destronando a los emperadores Isaac II y Alejo IV en palacio, los cuales fueron arrestados.
Isaac II fue devuelto a las mazmorras de la Torre de Anemas, donde murió en extrañas circunstancias (posiblemente envenenado por Murzuflo). En cuanto Alejo IV fue conducido también a las mazmorras, hasta que, finalmente, fue ahorcado por órdenes de Murzuflo el 8 de Febrero de 1204. Murzuflo también ordenó a la Guardia Varega (que le había apoyado en su golpe de estado) que molieran a mazazos el cuerpo de sin vida de Alejo IV.
Finalmente, Murzuflo se deshizo de la última persona que lo amenazaba en su posición de autócrata, Nicolás Canabus, el cual fue decapitado por la Guardia Varega. A estas alturas, el imperio era de Murzuflo, el cual era firmemente apoyado por los altos mandos del ejército bizantino.

El Reinado de Alejo V Murzuflo:
A estas alturas, la relación del imperio con los cruzados era insostenible. Fue entonces que Murzuflo empezó la reparación de las murallas Teodosianas y las murallas marítimas, las cuales habían sufrido daños severos tras el asedio por parte de los cruzados. También Murzuflo entabló relaciones con los cruzados, para evitar otro sitio; sin embargo, las negociaciones fueron un fracaso total y rotundo. Murzuflo aceptó todas las condiciones de los cruzados, excepto el retorno de la Iglesia Griega a la romana. Esta fue la excusa en la que se basaron los peregrinos para asediar nuevamente la Ciudad de Constantino. Entonces Murzuflo continuó con los trabajos de reparación de las murallas de la Ciudad, para que sus tropas pudieran resistir la embestida de los cruzados a la hora del asedio.
Los cruzados decidieron atacar y saquear la aldea costera llamada Filea, a orillas del Mar Negro (Ponto Euxino), en represalia por la actitud de Murzuflo. Fue entonces que éste, ordenó la salida del ejército bizantino, comandado por él, llevando el Icono de la Virgen María como estandarte.
Este Icono era muy importante para la Iglesia Griega, pues se decía que había sido hecho por apóstol San Lucas. El rico puerto de Filea fue saqueado y destruido, y mientras los cruzados se retiraban del lugar, fueron sorprendidos por el ejército imperial, comandado por Murzuflo; sin embargo, los cruzados derrotaron a los bizantinos en aquella escaramuza. En su huída, Murzuflo perdió el Icono, y al llegar a la ciudad, pidió a todos los soldados que no lo revelaran, pero esta medida fue inútil, pues los cruzados desfilaron con el Icono ante las murallas marítimas, causando gran humillación y tristeza a los defensores de la ciudad.
Los barones cruzados decidieron que era momento de repartirse las tierras del imperio, pues estos sabían que la ciudad caería pronto en sus manos, debido a que los defensores estaban desmoralizados tras la pérdida del Icono, y también porque la flota veneciana se encontraba en el Cuerno de Oro y podría transportar a los cruzados hacia las murallas marítimas con mucha facilidad, pues lo que quedaba de la flota bizantina no era suficiente para detener el avance de los grandes navíos venecianos.




La toma de Constantinopla y la Huída de Murzuflo:
Los cruzados volvieron a asediar la capital bizantina el viernes 8 de Abril del año 1204. Los bizantinos se batieron con valor y coraje ante las hordas cruzadas, expulsándolos de las murallas marítimas.
Durante 3 días los bizantinos defendieron exitosamente las murallas de la ciudad, pero, un sorpresivo incendio desmoralizó aun más a los defensores; finalmente el martes 12 de Abril los cruzados entraron en la “Nueva Roma” y la sometieron a un devastador saqueo. Murzuflo, antes de caer “como postre o bocado suculento ante los invasores” se retiró hacia el Palacio de Bucoleón, donde encontró a la emperatriz Eufrosina y a la hija de ésta, su amante Eudocia. Con ellas huyó de la ciudad por la Puerta de Oro de Constantinopla, rumbo a Mosynópolis, en Tracia. En dicha ciudad Murzuflo se encontró con Alejo III, el cual controlaba gran parte de Tracia.
En Mosynópolis, Alejo III aceptó a Murzuflo como co-emperador y yerno; Murzuflo contrajo matrimonio con Eudocia, y de esta manera, se emparentaba con la familia imperial de los Ángel.

La Resistencia Bizantina y el fin de Murzuflo:
Mientras Murzuflo y Alejo III intentaban organizar la resistencia contra los cruzados, éstos habían proclamado emperador de Constantinopla a Balduino de Flandes, a pesar de que gran cantidad de caballeros e incluso nobles bizantinos preferían a Bonifacio de Montferrato; los venecianos se opusieron tajantemente a la elección de Bonifacio, pues su familia estaba emparentada con las casas imperiales de los Comnenos y los Angelos. Los cruzados entonces decidieron invadir los restos europeos y asiáticos del Imperio.
En Asia, el general Constantino Láscaris, proclamado Basileo por el patriarca y un grupo de nobles antes de la caída de la ciudad en manos latinas, organizó la resistencia, tomando como base la gran ciudad de Nicea, a orillas del lago Ascanio. También otros señores bizantinos crearon sus propios principados en torno a las grandes ciudades de Asia Menor Occidental; Teodoro Mangafas ocupó Filadelfia, mientras Sebastián Asideno tomó Samos y Mileto. Manuel Mavrozomes, se adueñó del valle del Meandro, con apoyo del Sultán de Iconio; los hermanos Alejo y David Comneno, nietos del antiguo emperador Andrónico I, tomaron Trebizonda y las costas del Ponto Euxino (Mar Negro) con ayuda de su tía, la reina Tamara de Georgia. Finalmente, las islas Cícladas y la isla de Rodas, fueron gobernadas por el antiguo gobernador imperial, León Gabalas, el cual tomó el título “César” y gobernó las islas con ayuda veneciana.
En Europa, Murzuflo y Alejo III dominaban Tracia y Macedonia, y León Sguros, Tirano de Nauplia y Acrocorinto, gobernaba zonas de Grecia Central.
De esta forma, la resistencia bizantina apareció por todos lados; sin embargo, ésta fue fútil, pues los cruzados invadieron con éxito Tracia y Macedonia.
Habiéndose enterado que los cruzados se dirigían a Tracia, Alejo III, aprovechó un descuido por parte de Murzuflo y ordenó que lo cegaran, volviéndolo incapacitado para gobernar el imperio. Luego Alejo tomó a su mujer e hijas y se retiró hacia Tesalónica, la segunda capital del imperio. Finalmente, Murzuflo, abandonado por todos, fue capturado cerca de Mosynópolis por la vanguardia de caballeros cruzados, al mando de Thierry de Loos, el cual lo condujo prisionero a Constantinopla. En la ciudad, Murzuflo fue conducido a un tribunal conformado por barones cruzados, donde se le acusó de traicionar a los fallecidos Basileos Isaac II y Alejo IV. Murzuflo fue condenado a muerte y fue aventado desde lo alto de la Columna de Teodosio, en Constantinopla, en el mes de Diciembre del año 1205.

Consideraciones Finales al reinado de Alejo V:
El corto reinado de Alejo V Ducas Murzuflo fue el final de los días de grandeza y esplendor de la gran ciudad de Constantinopla. En mi opinión, Murzuflo hizo lo que pudo por expulsar a los cruzados de la “Nueva Roma”, y su final fue muy injusto, pues, a diferencia de Alejo III y Alejo IV, que se dejaron dominar por sus cortes y no se atrevieron a combatir a los cruzados, el sí salió de las murallas a pelear contra los bárbaros latinos, tal vez no con el éxito que esperaba, pero se tiene que reconocer que el ejercito bizantino del periodo de los Ángel carecía de potentes unidades de caballería, a diferencia de los cruzados, y además muchas unidades de élite que los Ángel heredaron de los Comnenos, fueron suprimidas durante las reformas impuestas por los primeros. El reinado de Murzuflo, acabó trágicamente, dejando los Balcanes totalmente descentralizados y en estado de corrupción y anarquía completos.

Isaac II Ángelo Comneno (1185-1195)







Isaac II Ángel (1185-1195) (1204)
Por Galo Garcés


Entre los reinados más lamentables de la historia bizantina, encontramos el reinado de la inepta dinastía de los Ángel, llamada por el cronista Nicetas Choniates, como “El Reinado de los Ángeles Terrestres”.
El Fundador de esta dinastía fue Isaac Ángel, el cual, tras derrocar al emperador Andrónico Comneno, se hizo con la púrpura imperial y la diadema de los Basileos romanos. Su reinado comenzó con un éxito inicial, la derrota de los normandos y su expulsión de toda Grecia por obra del brillante General Alejo Branas. Desgraciadamente, sus siguientes obras fueron catastróficas para el Imperio Bizantino.

Alianzas Matrimoniales:
Isaac, era un miembro menor del clan Comneno, y además nieto de Teodora Comnena Porfirogénita, hija de Alejo I Comneno. Estaba casado posiblemente con Irene Comnena, hija bastarda del emperador Andrónico, aunque siempre quedo la duda acerca de la identidad de su primera mujer. Lo que se sabe es que de su primera mujer tuvo 3 hijos: Eudocia, una monja; Irene, reina consorte de Sicilia y emperatriz germánica y Alejo IV, futuro co-emperador durante el penoso periodo de la 4ta cruzada.
Isaac inició una política de alianzas matrimoniales, pues casó a su hermana, Teodora Angelina, con el marqués Conrado de Montferrato, cuya familia estaba emparentada con la familia imperial bizantina desde los tiempos de Manuel I. Su sobrina Eudocia, hija de su hermano Alejo, fue desposada por el príncipe Esteban de Serbia. A su hija, Irene, la casó con Roger III de Sicilia, para contrarrestar el peligro normando. Finalmente, el mismo desposó a Margarita, la hija del rey Bela III de Hungría y su esposa Agnes de Chatillon-Antioquía, la cual contaba con 10 años de edad. Con Margarita (llamada María en Bizancio) tuvo 2 hijos: Juan Ángel, el cual huyó a Hungría y se convirtió en un príncipe húngaro, y Manuel Ángel, el cual murió en Tesalónica en el año 1212, siendo hijastro de Bonifacio de Montferrato.

La Independencia de Bulgaria:
Isaac fue un monarca débil y dominado por su corte. Durante su reinado se produjeron diversas revueltas, siendo la más famosa la de Bulgaria, la cual, se independizó por el aumento de impuestos. Los hermanos Pedro e Iván Asen, independizaron Bulgaria y crearon el 2do. Imperio Búlgaro, liderado por los Asen y con capital en la ciudad de Tarnovo o Tirnovo. Los montañeses búlgaros, ayudados por los cumanos, atacaron las diversas fortalezas bizantinas en Moesia, aunque la vigorosa contraofensiva liderada por Isaac II en persona al mando del ejército Bizantino fue una victoria, los búlgaros, con refuerzos cumanos, volvieron y atacaron Moesia, tomando casi todo el territorio a la retirada de los ejércitos de Isaac II a Constantinopla.
Luego, Isaac encomendó la guerra a varios generales destacados, como su tío, el Sebastrocrátor Juan Ángel Ducas, su cuñado, el general Juan Cantacuzeno, y al talentoso Alejo Branas, victorioso general en la contienda contra los normandos.
Más, durante la campaña de Branas en Bulgaria, este se rebeló contra Isaac, y marchó contra Constantinopla, mas fracasó, pues fue derrotado por el marqués Conrado de Montferrato y auxiliares italianos en el ejército imperial. Branas fue decapitado y su cabeza enviada a Isaac, que luego se la enviaría a la mujer de Branas.
La ultima fase de la campaña de Bulgaria fue el Asedio de Lovech (1188), una fortaleza que los búlgaros habían tomando. Isaac en persona acudió y combatió a los búlgaros, sitiando Lovech durante 3 meses sin ningún resultado favorable. El estado Búlgaro ya era independiente.

Conflictos con Federico I Barbarroja:
El Papa Gregorio VIII proclamó la Tercera Cruzada, tras la caída del Reino Latino de Jerusalén y el creciente poderío de Saladino.
El emperador Federico I Hohenstaufen, apodado “Barbarroja”, tomo la cruz en Marzo de 1188 y se propuso seguir la ruta terrestre de la Primera Cruzada. Los cruzados germanos, penetraron en el imperio a través de la frontera húngara, y cruzaron sus territorios. El Basileo Isaac, mantenía una alianza con Saladino para contrarrestar la amenaza Selyúcida tanto en su imperio como en el sultanato de Siria y Egipto.
Saladino pidió al Basileo que atrasara en lo posible la llegada de los germanos a Siria, por lo cual Isaac puso muchas trabas en el paso de los cruzados por Tracia. Barbarroja, viendo la actitud de Isaac, tomó la gran ciudad de Filipópolis (actual Plovdiv, Bulgaria), donde era gobernador Nicetas Choniates. El emperador germánico despachó embajadores a entrevistarse con Isaac II, y llegar a un acuerdo en el transporte de los cruzados germanos a Anatolia.
Isaac, enfurecido por la altanería de Barbarroja y la captura de Filipópolis, decidió arrestar a los embajadores de Federico, creyendo que este se sometería a su autoridad. Mientras que en Filipópolis, Federico recibía a los embajadores de los hermanos Asen y de el Príncipe Esteban Nemanja de Serbia. Al enterarse de que sus embajadores habían sido encarcelados, el germánico, ordenó a su hijo Felipe, que tomara la ciudad de Demótica, cercana a Adrianópolis, y escribió una carta a su hijo Enrique para que preparase una flota contra Constantinopla.
Al enterarse de tales eventos, y bajo la amenaza de una cruzada contra Bizancio, Isaac se doblegó ante Barbarroja y le guió hasta Gallípoli, donde este y su gran ejercito, cruzaron vía marítima hacia Anatolia.
La cruzada de Barbarroja tendría un comienzo arrollador, conquistando el 18 de Mayo de 1190 la capital de los Selyúcidas, Iconio, la cual ni el poderoso Basileo Manuel Comneno había podido tomar. Trágicamente, Barbarroja murió ahogado en la aguas del rio Salef en Cilicia, con lo cual, la cruzada perdió a su más valiente y experimentado líder.

La Alianza con Saladino y los Años Finales del Reinado de Isaac II:


Durante los últimos años de su primer reinado de 10 decadentes y penosos años, Isaac siguió combatiendo a Bulgaria, con mucha valentía, pues el mismo comando sus ejércitos contra los búlgaros. Lamentablemente, estas campañas fueron inútiles, ya que los montañeses búlgaros ayudados por los cumanos, siguieron expulsando a los bizantinos de Bulgaria.
En el año 1186, el Basileo decidió liberar a su hermano Alejo Ángel, el cual se encontraba prisionero en las mazmorras de la ciudad de San Juan de Acre, principal puerto del reino cruzado de Jerusalén. A costa de un gran esfuerzo económico, Isaac costeó la creación de una nueva flota de 80 buques, para atacar Acre. Sin embargo, la flota bizantina fue derrotada estrepitosamente por la potente flota normanda, la cual protegía las ciudades marítimas de los estados cruzados; a causa de esto, en el año 1189, el Basileo se alió Saladino, sultán de Siria y Egipto, al cual prometió una flota de 100 barcos cuando este decidiera ponerle sitio a Antioquía, capital de un principado cruzado. Saladino prometió a Isaac II atacar conjuntamente el Sultanato de Iconio, enemigo común tanto del Basileo como de Saladino. La alianza con el sultán le valió al emperador, el desprecio de todo occidente, que le vio como un traidor a la cristiandad.
También durante la Tercera Cruzada, Ricardo I de Inglaterra tomó Chipre a Isaac Comneno, el cual gobernaba independientemente la isla desde los tiempos del Emperador Andrónico y al cual Isaac II intentó inútilmente doblegar tras el envió de 70 galeras en el año 1191, las cuales fueron derrotadas por Isaac con ayuda Normanda.
También en la ciudad de Filadelfia, en Asia Menor, el duque Teodoro Mangafas se había proclamado emperador, pero al final la revuelta no dio frutos y el mismo Mangafas fue obligado a abandonar Filadelfia y refugiarse con los Selyúcidas. Tras el desmembramiento del imperio durante la 4ta. Cruzada, Mangafas retornaría a Filadelfia, con la ambición de hacerse reconocer como legítimo Basileo.

El Emperador Depuesto y Cegado:
Una conspiración dirigida por los generales Miguel Cantacuzeno, Teodoro Branas, Juan Petralifas, el sebastocrátor Juan Ducas (tío del Basileo) y el hermano del emperador, Alejo Ángel, fue la que derrocó a Isaac II y ocasionó la intervención de los cruzados en Constantinopla.
No hay duda de que Teodoro Branas odiaba a Isaac por la ejecución de su padre, el valiente general Alejo Branas, y que apoyó concretamente la revuelta de Alejo Ángel a modo de venganza. Una personalidad importante durante el destronamiento de Isaac II fue su cuñada, la ambiciosa e inescrupulosa Eufrosina Ducas Camaterina, la cual fue una de las primeras personas en entrar al palacio imperial junto a los rebeldes, y arrestar a la familia del Basileo (es decir, María de Hungría y sus hijos, aún infantes, y al príncipe heredero Alejo).
Isaac había salido de caza con su guardia personal hacia Stagira, cerca de Constantinopla. Fue entonces que, Alejo, aprovechando la ausencia de Isaac, se proclamó emperador, ayudado por los generales antes mencionados, y ordenó la caza de Isaac II, el cual capturado, cegado y encerrado en la Torre de Anemas (también llamado bastión de Isaac Ángel). Alejo fue proclamado emperador con el nombre de Alejo III Ángel, llevando a Bizancio a una etapa de anarquía y desorden total. Alejo IV y Margarita de Hungría también fueron hechos prisioneros por Alejo III. Con ayuda pisana, Alejo IV escapó de Constantinopla, y pidió el apoyo de los soldados de la 4ta. Cruzada.
También Isaac II depuso a muchos patriarcas ortodoxos durante su reinado, considerándose señor absoluto del Imperio y destituyendo, en palabras de Vasiliev: “arbitraria y sucesivamente a varios patriarcas de Constantinopla”.

La Cuarta Cruzada y El Fin de Los Ángeles Terrestres:
El reinado de Alejo III Ángel, es sin dudas, el causante de las desgracias que seguirían a los tristes años que siguieron a Bizancio. Finalmente una nueva amenaza apareció en occidente contra la alta soberanía de Constantinopla.
La cuarta cruzada, proclamada por el papa Inocencio IV para la contraofensiva cristiana en Egipto, fue utilizada por el príncipe Alejo Ángel para reponer a su padre en el trono. En verdad, Alejo deseaba ocupar el puesto de su padre, ya que este estaba ciego, y en Bizancio los ciegos eran incapaces de gobernar.
Desde Alemania, donde se hallaba refugiado Alejo, en la corte de su cuñado, Felipe Hohenstaufen, duque de Suabia y emperador de Germania, Alejo entró en contacto con los cruzados, especialmente con su líder, el marqués Bonifacio de Montferrato, y con el Dux de Venecia, Enrico Dandolo.
Tras una serie de acuerdos y tratados entre los que aparecían una inmensa suma de marcos de plata (200.000!!!), el retorno de la iglesia griega a la romana , y el mantenimiento de 500 caballeros bizantinos en el Santo Sepulcro, los cruzados aceptaron y tomaron un nuevo destino: Constantinopla.
Tras un breve asedio, el emperador Alejo III, aterrado por el peligro que corría, huyó de la ciudad, llevándose los tesoros del estado (una gran cantidad de ellos) y la corona imperial. Al ver que la ciudad estaba sin un emperador, los bizantinos sacaron de prisión a Isaac y lo restablecieron como legitimo Basileo de los Romanos.
Isaac, sin embargo, era ciego, y en efecto un ciego no podía dominar todo el Imperio Romano (el cual estaba siendo alarmantemente disminuido por ataques de búlgaros y turcos).Los cruzados instigaron la coronación del príncipe Alejo como co-emperador. Isaac aceptó la propuesta a regañadientes, y el joven príncipe fue coronado en la magnifica Catedral de Santa Sofía, siendo ahora el emperador Alejo IV Ángel.
En septiembre de 1203, los barones Cruzados se presentaron ante el Gran Palacio Imperial. El emperador les recibió acompañado de su esposa, la emperatriz María, su hijo el co-emperador Alejo IV, el Protovestiario Alejo Ducas (apodado Murzuflo), la emperatriz Inés de Francia (llamada Ana en Bizancio, y viuda del los emperadores Alejo II y Andrónico I) y otros miembros de la corte. A pesar de los trucos mecánicos usados por los bizantinos para intimidar a los cruzados (avecillas de metal, leones mecanizados, arboles bañados en oro, entre otros), estos no se intimidaron, diciendo que detrás de todo ese circo, solo había una total debilidad. El emperador Isaac, furioso, gritó a los insolentes barones: “nadie nunca se atrevió a desafiar la autoridad de los cesares en el propio palacio. ¡No responderé vuestra insolencia! Grito y mando a llamar a la guardia palaciega.
La tensa situación entre los cruzados y los bizantinos llegó a su fin. El pueblo, harto de los desatinos, arrogancia, y mala administración de los Ángel, decidió deponerlos y acabar con el reinado de éstos. Alejo Ducas, el Protovestiario, aprovechando su posición en el palacio de las Blaquernas, y con apoyo de la Guardia Varega, ordenó el estrangulamiento de Alejo IV, y que Isaac II fuera devuelto a las mazmorras de la Capital. Derrocó también al recién escogido Basileo Nicolas Canabus, lo aprisionó y ejecuto con ayuda de los Varegos y finalmente se proclamó como nuevo autócrata de Constantinopla.
Así pues, murió Isaac en las mazmorras de Constantinopla, tal vez envenenado por Murzuflo, o tal vez de un shock producido por la cruel ejecución de su hijo Alejo. Así pues acabo la vida del emperador Isaac Ángel, fundador de la dinastía de los Ángeles, cuyo reinado fue el causante de la colosal debilidad bizantina, durante la cuarta cruzada.
El destino de los hijos de Isaac II con Margarita de Hungría fue el siguiente: Manuel, el menor, nacido después de 1195, fue encontrado con su madre por Bonifacio de Montferrato en el Palacio de Boukoleon, y mas tarde, tras casarse Margarita con Bonifacio, fue llevado a Tesalónica, donde murió en extrañas circunstancias en el año 1212. En cuanto a Juan, nacido en 1193, huyó a Hungría y gobernó Sirmiun y Belgrado alrededor de 1254.
Consideraciones Finales:
Isaac, fue un gobernante incapaz y dominado por la corte. A pesar de que demostró valentía combatiendo a los búlgaros en Moesia, no fue suficiente tal esfuerzo para recuperar las tierras Búlgaras, sometidas desde los tiempos de Basilio II. Su alianza con Saladino le valió el desprecio de Occidente, lo cual fue, en parte, producto de la Caída de Constantinopla en manos latinas, y el establecimiento de estados latinos en Grecia y Tróade. Fue Isaac, sin duda, uno de los príncipes más desgraciados que ocupo el trono de Constantino el Grande.

Alejo III Ángel (1195-1203)


Alejo III Ángel


Tras la caída de la dinastía comneno, el reinado de Alejo III Ángel, lejos de restablecer el orden y la prosperidad perdidos, vino a aumentar el caos político e institucional del Imperio. Dominado por una influyente corte[1], Alejo pronto se reveló como un general inepto y un líder incapaz frente a la sociedad de su tiempo, negligencia que al cabo le valdría la ruina al estado bizantino durante la catástrofe de 1204.

Antes de ser emperador:
Alejo era el segundo hijo de Andrónico Ángel, descendiente por línea materna del emperador Alejo I Comneno, y por lo tanto, uno de los numerosos miembros de la familia imperial bizantina. Junto con sus hermanos, se había revelado contra la tiranía del emperador Andrónico I Comneno (1183-1185), huyendo hacia las cortes musulmanas en busca de refugio. Entretanto, su hermano, Isaac, había sido perdonado por el basileo tras rendir una revuelta en Nicea, permitiéndosele como compensación vivir apaciblemente en Constantinopla.
Allí dirigiría una exitosa rebelión contra el régimen de terror implantado por Andrónico, quien acabaría siendo asesinado de manera brutal. La entronización posterior de Isaac como Isaac II dejaría a nuestro Alejo más ligado que nunca al trono de los césares. A tal punto que cuando en 1190 Alejo retornó a la corte tras estar algún tiempo prisionero en Antioquía, Isaac lo colmó de honores, dándole el titulo de Sebastocrátor y otorgándole numerosos privilegios.

Usurpación del trono e inicio del reinado:
A pesar de todos los títulos y privilegios con que le honró su hermano, Alejo participó en una conspiración dirigida por los generales Juan Petralifas, Miguel Cantacuzeno y Teodoro Branas, mientras Isaac estaba de cacería en Tracia. El 8 de abril de 1195, contando con el beneplácito del ejército, Alejo fue proclamado emperador, lo que determinó la caída en desgracia de Isaac que, apresado en Stagira, Macedonia (cerca de Constantinopla), fue cegado y encerrado en la torre de Anemas, en la capital imperial. En la conjura tomó parte la esposa de Alejo, Eufrosina, quien adelante gobernaría junto con su marido, asistida por su influyente ministro Vatatses.
Así pues, Alejo usurpó la corona del imperio, mientras sus familiares directos, Isaac II y su hijo Alejo (futuro Alejo IV), la pasaban penando en prisión, de la que éste último se evadiría con ayuda pisana. Muy pronto Eufrosina y Vatatses conformarían un temible dúo que llegaría a representar el verdadero poder tras la endeble figura del emperador. Su encumbramiento, sin embargo, no duraría mucho tiempo. Acusada de adulterio por su hermano, Basilio Ducas Camatero, y por su yerno, Andrónico Contostéfano, Eufrosina fue encerrada en el convento de Nematareia (1195), mientras su amante Vatatses era condenado a muerte. No obstante, dos años más tarde, la desdichada emperatriz sería perdonada por Alejo y restituida en la corte.
Durante el inestable reinado de Alejo III, los búlgaros iniciaron una vigorosa contraofensiva en Tracia, ayudados como de costumbre por sus aliados cumanos. Dirigidos por el hermano menor de Pedro Asen, Kaloyan, atacaron con éxito algunas importantes ciudades y fortalezas bizantinas en Tracia y Macedonia. Sus victorias no dejaron otra opción a Alejo que reconocer la independencia de Bulgaria y la autoridad de Kaloyan al sur del Danubio.
El emperador también afrontó graves disturbios en Asia Menor, dónde el gobernador del Thema de Mylasa, Miguel Ducas, se rebeló contra el poder adueñándose de gran parte de Anatolia y aliándose con los Selyúcidas de Iconio. En su desesperación, el basileo no tuvo mejor idea que apropiarse del apellido Comneno para, según el cronista Nicetas Choniates, cosechar el prestigio que imbuía dicho apellido en tanto que sinónimo de autoridad y poder. De poco le sirvió tal maniobra; pronto el estado bizantino llegaría a tal extremo de corrupción y anarquía, que terminaría favoreciendo el estallido de revueltas en Grecia, invasiones búlgaras en Tracia y Macedonia y ataques turcos en las principales ciudadelas asiáticas bizantinas. El mejor ejemplo de semejante debacle lo dio Miguel Stryfnos, megaduque y comandante en jefe de la flota imperial, que vendió muchas posesiones estaduales y armamentos de las embarcaciones en su propio beneficio.
Entretanto, el Egeo y las islas jónicas se convertían en el objetivo predilecto de los piratas y aventureros de origen italiano, como Steiriones el Calabrés, y Kafures el genovés. Contra ellos el emperador envió a 30 galeras que Kafures derrotó fácilmente en 1196.
En el año 1201, el emperador pidió al Papa Inocencio III la devolución de Chipre, que se encontraba gobernada por Aimerico de Lusignan. A fin de reforzar su pretensión y darle mayor fuste, Alejo prometió al pontífice romano apoyo económico a los estados latinos de Oriente, aunque también le hizo saber que si sus aspiraciones no eran tenidas en cuenta, haría valer sus derechos mediante la guerra. Inocencio, que sin duda no deseaba perder a un aliado tan poderoso como el emperador para la cruzada que estaba proyectando, alegó que cuando los cruzados ingleses tomaron Chipre, la isla ya no pertenecía al Imperio de los Romanos, y que, por tanto, era imposible que los cruzados chipriotas se la devolvieran pues la habían adquirido legalmente de manos de los ingleses. Las negociaciones entre el Basileo y el Papa fueron un fracaso total, y el imperio jamás llegó a recuperar Chipre de manos latinas.
También el emperador tuvo que negociar con el enérgico y ambicioso sucesor de Federico Barbarroja, Enrique VI de Hohenstaufen, quien le había amenazado con levantar una cruzada contra Bizancio. La excusa del emperador germánico eran los territorios recapturados por los bizantinos a los normandos en Dirraquio (Durazzo) y Tesalónica[2] , por cuya pérdida exigía ser resarcido mediante un elevado tributo. Además, el hecho de que el hermano de Enrique, Felipe de Suabia, estuviera casado con la hermana del depuesto basileo Isaac II, empeoraba sobremanera la relación entre ambos soberanos, sin mencionar la delicada situación que se vivía en Ultramar, adonde Cilicia y Chipre habían antepuesto los diplomas del Sacro Imperio a los de Constantinopla. Para evitar la confrontación con su par germánico, Alejo cedió a la presión y decidió pagar el tributo conocido en Bizancio como “Alamánico”. Para reunirlo debería recurrir a la rapiña sistemática de algunas tumbas imperiales. De esa forma, humillante, el Basileo logró una frágil paz con su par germánico.

La llegada de los cruzados a Constantinopla y la huida de Alejo III:
En Junio de año 1203, los cruzados latinos, comandados por el marqués Bonifacio de Montferrato, el Dogo veneciano Enrico Dándolo y el príncipe Alejo Ángel (hijo de Isaac II), llegaron a Constantinopla. Los cruzados habían partido desde Venecia y, pasando por Corfú, Dirraquio y la isla de Andros, habían finalmente alcanzado la costa de Tracia, en Crisópolis (Scutari) y luego el Bósforo, en Calcedonia. El emperador había seguido los movimientos de la Cruzada valiéndose de un contingente de 500 caballeros comandado por el megaduque Stryfnos. Finalmente, el emperador envió una embajada presidida por Nicolás Roux, un lombardo a su servicio que había vivido mucho tiempo en Constantinopla, quien ofreció a los cruzados la paz y el tradicional envió de suministros para su cruzada. Más Bonifacio de Montferrato alegó que venían a defender los derechos del emperador Isaac II frente a Alejo, y que el príncipe Alejo Ángel, hijo de Isaac, era el legítimo heredero a la corona bizantina.
Entonces, el 7 de julio de 1203 los cruzados pusieron sitio a Constantinopla, la capital del Imperio Romano de Oriente, a la que los latinos llamaban “la capital del Imperio Griego”. Después de confesarse, los sitiadores capturaron la torre de Gálata, mientras un gran navío veneciano, dotado de una enorme tijera de hierro, cortaba en dos la gran cadena que cerraba el acceso al Cuerno de Oro. El 17 de Julio, el combate se había generalizado, con el mismísimo dogo veneciano, Enrico Dándolo animando a sus hombres a que atacaran la capital de los “griegos”.
Alejo III salió al encuentro de los occidentales animado a combatir, pero al ver el arrojo de los cruzados, se retiró a su palacio. Cuando los cruzados empezaron a atacar el sector de Blaquernas, donde se encontraba el Palacio del emperador, entró en acción la famosa y valiente Guardia Varega, descrita por Godofredo de Villehardouin como los “Ingleses y Daneses al servicio del emperador de Constantinopla”. Esta unidad de elite imperial bizantina salvó el sector de las Blaquernas y expulsó a los cruzados valerosamente. La magnificas murallas tanto terrestres como marítimas daban a los bizantinos gran ventaja frente a los cruzados.
Mas, para desgracia de Bizancio, Alejo III, temeroso de perder la vida en combate, huyó de la ciudad con 10.000 monedas de oro y joyas del tesoro imperial, acompañado además de una determinada cantidad de damas del Palacio (incluida su hija favorita Irene). En su huida destruyó algunos iconos para extraer de ellos el oro y la plata. Acto seguido se escabulló de la ciudad de Constantino rumbo a Develtos, en Tracia, dejando a su mujer e hijas en la ciudad, que no tardarían en ser capturadas y encerradas por los vencedores.
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Resistencia en Tracia y Macedonia después de la captura de Constantinopla:
El 12 de abril de 1204, los cruzados latinos conquistaron la “segunda Roma”. El saqueo fue brutal y la ciudad ardió en llamas. En Mosynópolis, entretanto, Alejo III se reencontraba con su mujer e hija (su hija Ana, había huido con Teodoro Láscaris a Nicea), que habían sido a su vez liberadas por Alejo Murzuflo. En Tracia el depuesto basileo trató de establecer una fútil resistencia atrincherándose en Adrianópolis, y más tarde, en Tesalónica, la segunda capital del imperio. Finalmente, Alejo fue capturado por Bonifacio de Montferrato, y despojado de las “Botas de Púrpura” (distintivo característico de los Basileos), que en adelante pasaron a ser propiedad del recientemente electo emperador latino, Balduino de Flandes. Viviría cierto tiempo en prisión junto con su mujer, Eufrosina, para finalmente ser liberados gracias a la intersección del déspota de Epiro, Miguel Ducas, rescate mediante.

Alianza con el sultán de Iconio, derrota y final de Alejo III:
Habiendo recuperado la libertad, Alejo decidió pedir asilo al sultán de Iconio, con el objetivo de organizar y encabezar nuevamente la resistencia, que por entonces estaba siendo liderada desde Nicea por su yerno, Teodoro Láscaris. En esta ocasión Eufrosina decidió quedarse en Arta, la capital de Epiro, como refugiada y huésped de Miguel Ducas. Allí moriría entre los años 1210 y 1211.
El sultán de Iconio, Kaikosru I (1192-1196 y 1204-1210), por su parte, trató de usar a Alejo como excusa para acabar con el creciente poderío del estado bizantino de Nicea, conducido a la sazón por el enérgico Teodoro Láscaris. En esta alianza estaba también involucrado Enrique de Flandes, sucesor de Balduino de Flandes en el trono de Constantinopla. Pero haciendo gala de un valor extraordinario, Teodoro Láscaris derrotó al sultán y a su suegro en la Batalla de Antioquía de Pisidia, donde el mismo Teodoro dio muerte al sultán y capturo a Alejo, el cual terminó sus días en un monasterio de Nicea.

Consideraciones finales:
"Fuese el que fuera el papel que se presentaba al emperador, éste lo terminaba firmando, aunque se tratase de un conjunto de palabras desprovistas de sentido, incluso si el solicitante pedía que se navegase en tierra firme, o que se arase el mar, o que se substituyeran las montañas por mares, o hasta, como se dice en la fábula, que se pusiera el Athos sobre el Olimpo”. De esta manera, despectiva, cruel e irónica, Nicetas Choniates define la personalidad de Alejo III Ángel. Uno de los más incapaces soberanos del Imperio, Alejo hizo con sus desatinos y malas decisiones que el imperio padeciera aquel espantoso escarnio de la 4ta cruzada. Cuando el estado de los césares más necesitaba de un líder carismático y con sentido de la realidad, la triste figura de Alejo solo le aportó caos y confusión. Los años venideros sin duda estarían marcados a sangre y fuego por los calamitosos eventos desatados bajo su reinado.

Galo Garcés (09-09-2007)


[1] En dicha corte las figuras más eminentes eran la inescrupulosa mujer del basileo, Eufrosina Ducas Camaterina y el ineficaz megaduque Miguel Stryfnos.
[2] Dichos territorios habían sido ocupados por los normandos durante el inestable gobierno de Andrónico I Comneno (1183-1185). La exigencia del potentado alemán se basaba en el lazo marital establecido por su padre con una princesa de los Altavilla, Constanza, última heredera de los reyes de Palermo.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Andrónico II Paleólogo (1282-1328)


Andrónico II Paleólogo (1282-1328)
Por Galo Garcés


El reinado de Andrónico II “El Viejo” estuvo marcado por distintos acontecimientos. Su gobierno fue desastroso para el estado bizantino, puesto que el Basileo no supo mantener el status del imperio frente a las demás monarquías balcánicas, convirtiéndolo en un reino más, de los conflictivos e inestables Balcanes.


El heredero al trono del Imperio restaurado:

Andrónico “el viejo” nació el 25 de Marzo de 1259, en la ciudad de Constantinopla, en los últimos días del tambaleante Imperio Latino. Era hijo del general Miguel Paleólogo y de su esposa, la princesa Teodora Ducas Vatatzaina, sobrina de Juan III Ducas Vatatzés, emperador bizantino de Nicea. Por parte de su padre, Andrónico descendía de la prestigiosa familia Paleólogo y de la antigua casa imperial de los Ángel. Así pues, este príncipe tenía sangre imperial por ambos lados, además de ser el hijo mayor superviviente tras la muerte de su infante hermano Manuel en el año 1259.

La capitulación del Imperio Latino y la reconquista de Constantinopla; Estado de la Ciudad en ese tiempo:
Miguel Paleólogo, padre de Andrónico, había ostentado diversos rangos en el ejército bizantino de Nicea. Había sido Megas Konostablos (Gran Condestable), rango que ostentaban los comandantes en jefes de los caballeros francos mercenarios al servicio de Bizancio, los cuales eran llamados Latinkoi o Latinikon. Luego, tras la muerte del emperador Teodoro II Láscaris de Nicea, y el asesinato del regente Jorge Muzalón, los nobles nicenos escogieron a Miguel para que fuera protector del hijo de Teodoro II, el joven Juan IV Ducas Láscaris, el cual contaba con solo 8 años de edad; esta vez, Paleólogo ostentó rangos mas altos en el estado, como megaduque, déspota y finalmente fue proclamado co-emperador con ayuda genovesa en la ciudad de Nynphaeum, el 1 de Enero de 1259.
En Septiembre de 1259, el ejército niceno derrotó a la coalición de Miguel II Comneno Ducas, déspota de Epiro, en la batalla de Pelagonia, en Macedonia. Luego, el general Alejo Strategopoulos y el Sebastocrátor Juan Paleólogo iniciaron la conquista del Epiro y Tesalia.
Finalmente, el 25 de Julio de 1261, al mando de una pequeña tropa de 800 hombres, el general Alejo Strategopoulos hizo capitular a la miserable guarnición que defendía la Constantinopla latina. El emperador latino Balduino II de Courtenay escapó rumbo a Occidente, esperando obtener ayuda para reconquistar su capital, cosa que nunca pudo hacer. Apenas entró a la ciudad, Strategopoulos ordenó que el barrio veneciano de la ciudad fuera incendiado, en venganza por el saqueo de 1204.
Se dice que cuando entró en la ciudad, Strategopoulos encontró los huesos del emperador Basilio II, cuya tumba se encontraba en la Iglesia de San Juan Evangelista en Hebdomon, y la cual había sido profanada en el saqueo de Constantinopla por los cruzados; entonces, Strategopoulos ordenó que colocaran los huesos del glorioso Basileo en una urna.
Apenas llegaron los bizantinos, encontraron la ciudad hecha una ruina completa; el saqueo de 1204 había sido brutal y muchos hermosos palacios y basílicas habían sido consumidos por el fuego de los incendios ocurridos durante la infame 4ta. Cruzada. El Palacio de las Blaquernas, sede imperial desde los tiempos de Alejo I Comneno, se encontraba en un estado lamentable; el Gran Palacio Imperial también se encontraba en ruinas, y sus tejados de plomo habían sido disueltos por Balduino II; los grandes conventos, iglesias y basílicas habían sido saqueados sin miramientos por los bárbaros cruzados y habían sido despojados de sus invaluables reliquias; el Palacio Patriarcal estaba en un estado inhabitable, y antiguos barrios y villas que albergaron palacios, eran ahora un montón de escombros y ruinas; el puerto imperial de Bucoleón y su Palacio se encontraban en estado de desastre, y a duras penas la iglesia mayor de Santa Sofía conservaba rasgos de su antiguo esplendor. Así se encontraba Constantinopla al momento de la reconquista bizantina, e incluso las murallas de la ciudad se encontraban considerablemente debilitadas.
El 15 de Agosto, Miguel VIII Paleólogo fue coronado emperador de Bizancio en la Catedral de Santa Sofía de Constantinopla, junto con el infante Andrónico. Mientras el pobre Juan IV permanecía encerrado en Nicea. Así pues comenzó el reinado de Miguel VIII, apoyado por el patriarca y por gran parte de la nobleza. Sin embargo, la Navidad de 1261, el joven Juan IV Láscaris fue cegado por órdenes de Miguel y encerrado en un convento-fortaleza en el Mar de Mármara; para el general Alejo Strategopoulos, el cual ostentaba el rango de césar, se le reservó el mismo destino, ya que había adquirido mucho prestigio y poder en el Estado.
Este hecho le valió la antipatía y odio de muchos nobles, los cuales le tildaron de usurpador al trono. Incluso el patriarca Arsenio excomulgó a Miguel por tales acciones, a lo que Miguel respondió destituyendo a Arsenio de su rango y exiliándolo, nombrando como nuevo patriarca a José I.
El reinado de Miguel Paleólogo fue muy activo. El Basileo inició una serie de campañas en los Balcanes contra latinos, epirotas y búlgaros. Contra los primeros despachó un contingente de 15.000 hombres para la conquista de Acaya. 48 buques de la flota bizantino-genovesa derrotaron a la flota veneciana en la batalla de Spetsai.
Ahora, la contraofensiva latina apareció en el reino de Nápoles, comandado por Carlos de Anjou, el cual, con el apoyo papal decidió atacar a Bizancio y destruir al imperio definitivamente; sin embargo, el Basileo, usando una de sus más notables cualidades, la diplomacia, se sometió al Papa, uniendo a la iglesia ortodoxa con la católica en el concilio de Lyon en 1274.
Sin embargo, la llegada al trono de San Pedro de Martín IV, amigo de Carlos de Anjou, puso en aprietos al Basileo, el cual vio con temor, un contraataque latino en los convulsionados Balcanes.


La Batalla de Berat y La Caída de Tralles:
Así pues, Carlos de Anjou, rey angevino de Sicilia y Nápoles, envió a su general, Hugo de Sully, al mando de un contingente de 8000 hombres, a atacar Bizancio. El ejército angevino desembarcó en el Epiro, y tomó la ciudad de Butrinto, posesión del déspota epirota Nicéforo I Comneno Ducas, en el año 1280. Luego los angevinos marcharon contra la fortaleza bizantina de Berat, en Albania, la cual fue asediada.
Ante la ofensiva angevina, el Basileo confió al general Miguel Tarcaniotes la misión de expulsar a los latinos de Berat. Tarcaniotes avanzó al mando del ejército con dirección a la montañosa e inhóspita Albania; las mejores unidades y tropas del ejercito bizantino avanzaron con Tarcaniotes, el cual derrotó a los angevinos en La Batalla de Berat, en Marzo de 1281 la cual sería una de las ultimas victorias del restaurado Imperio Bizantino. Hugo de Sully, el general angevino, fue emboscado y capturado durante la batalla por las tropas de Tarcaniotes.
Mientras ocurría la ofensiva angevina en la parte occidental del imperio, en la parte asiática tuvo lugar una inesperada ofensiva turca. Desde hacia tiempo que el Sultanato Selyúcida de Iconio había perdido el poder y prestigio que había ostentado años atrás; las devastaciones mongolas y la terrible derrota de Kose-Dag, sufrida a manos de estos últimos, habían dado un duro golpe al estado turco de Iconio. Mientras el sultanato agonizaba, la anarquía reino en Asia Menor oriental; muchos emires y príncipes Selyúcidas se sacudieron de la autoridad del sultán y quisieron establecer sus propios estados independientes en las grandes ciudades turcas de Anatolia; Por estas razones, los bizantinos no temían ninguna ofensiva en su frontera oriental, viendo la inestabilidad y anarquía en la cual se hallaba el estado turco, pero se equivocaron.
Mientras la mayoría de efectivos del ejército habían marchado con el general Tarcaniotes hacia Berat, un puñado de emires turcos anatolios juntaron sus guerreros y, reforzados por algunos compatriotas venidos de lejanas regiones orientales, decidieron atacar al vecino imperio bizantino, tomando como objetivo la ciudad de Tralles, también llamada Andronicópolis (actual Aydin, Turquía). El Basileo, alarmado por la inesperada ofensiva turca, y a la vez combatiendo a los latinos en Albania, decidió actuar de inmediato, enviando a un ejército comandado por Andrónico, el cual partió inmediatamente a Tralles. La ciudad había sido reconquistada en a mediados del siglo XII por el gran emperador Manuel I Comneno a los turcos selyúcidas, pero, lamentablemente, los días de Tralles como ciudad griega llegaron a su fin. El ejército comandado por Andrónico fue derrotado por los bravos guerreros turcomanos, los cuales, después de derrotar a los bizantinos, continuaron sitiando Tralles. La ciudad capituló ante los turcos en el año 1282.
Si bien el imperio frenó momentáneamente en Berat la presión angevina, la caída de Tralles significó una gran amenaza, pues los turcos, después de haber pasado por una gran crisis, se reagruparon, y volvieron a combatir a los bizantinos en la frontera asiática.
Las reformas de Miguel VIII para con las guarniciones fronterizas del imperio en Asia (recordar que Juan III Vatatzés concedió tierras a los aldeanos que servían como akritai, para que estos y sus familias se sustentaran de éstas) fueron pésimas, pues, expropiándoles las tierras entregadas a estos últimos por los Basileos de Nicea, les quitó la fuente de sustento, y muchos defendieron con desgano las fronteras asiáticas, viendo que el Basileo (además de ser considerado usurpador) se preocupaba solo por mantener las provincias europeas (Tracia, Macedonia, partes de la Morea y algunas islas egeas) y se desinteresaba de las posesiones anatolias.

Ascensión de Andrónico al trono de los césares:
Tras el fracaso del proyecto de Carlos de Anjou por invadir Bizancio, en las llamadas “Vísperas Sicilianas”, de las cuales tomó parte Miguel VIII, el imperio se salvó de la ruina total.
Sin embargo el Basileo era muy odiado por el pueblo a causa de su sumisión al Papado, y además de esto, muchos nobles le consideraban un usurpador. El Basileo Miguel VIII Paleólogo falleció el 11 de Diciembre de 1282, en la aldea tracia Pachomios. De esta manera, acabaron los días del hombre que devolvió a los griegos Constantinopla y salvó al imperio de la catástrofe total. Sin embargo, el joven Andrónico dio a su padre un sepelio austero y carente de todo honor, puesto que el fallecido autócrata era considerado todavía un usurpador entre los nobles y un hereje ante los ojos del pueblo griego ortodoxo, el cual le odiaba por su adhesión al cristianismo romano.
Así pues, comenzó el reinado de Andrónico “El Viejo”, el cual se ganó el apoyo del clero griego tras su decisión de mantener firme su fe ortodoxa y rechazar cualquier acercamiento al Papa.
Uno de los sucesos mas significativos de su reinado fue cuando, el Basileo, visitó al ciego Juan IV Ducas Láscaris, el cual vivía como monje bajo el nombre de Joasaf, en el año 1290. Andronico, imploró el perdón de Juan Láscaris, por todas las desgracias que había sufrido por culpa de Miguel VIII, y porque, en efecto, los Paleólogos eran todavía considerados usurpadores frente a la corte imperial. Entonces, Juan IV aceptó las disculpas de Andrónico, y le reconoció como su legítimo sucesor en el trono de Bizancio. En depuesto emperador moriría en el año 1305, y fue eventualmente reconocido como santo por la Iglesia Ortodoxa.

Una nueva esposa para el emperador de los griegos y la esperada Alianza con el emperador Latino:
El joven Andrónico, quedó viudo tras la muerte de su mujer, Ana de Hungría, en el año 1281, con la cual estaba casado desde el año 1274. Los hijos nacidos de Andrónico y la princesa magiar fueron Miguel (futuro Miguel IX, co-emperador de Bizancio) y Constantino. Después de casi 3 años, el Basileo tomó la decisión de contraer matrimonio por segunda vez, y la elegida fue Violante, la hija del marqués Guillermo VII de Montferrato y de Beatriz de Castilla. La princesa italiana aportaría como dote los derechos de la casa real de Montferrato sobre los territorios que comprendió el antiguo Reino Latino de Tesalónica, fundado por el marqués Bonifacio de Montferrato durante la 4ta. Cruzada.
Así pues, el Basileo Andrónico contrajo matrimonio con la princesa Violante, la cual, tras abrazar la fe ortodoxa, cambió su nombre a Irene, siendo conocida en adelante como la Basilisa Irene Paleologina, emperatriz consorte de Bizancio.
Andrónico, el cual sabía que aún había nobles en Occidente dispuestos a apoyar la restauración del Imperio Latino de Constantinopla, pensó que una alianza matrimonial podría cambiar las cosas. Por tal motivo, decidió comprometer a su hijo y heredero Miguel IX, con Catalina, hija y heredera de Felipe de Courtenay, emperador titular de Romania. La princesa latina aportaría como dote sus derechos al trono latino de Constantinopla. Hasta el Papa de Roma observó con atención tal alianza. Sin embargo, las negociaciones no dieron frutos, y el compromiso se canceló, pues Catalina tomaría por esposa al conde Carlos I de Valois, y Miguel IX tomaría como consorte a la princesa Rita de Armenia.

Reformas militares y económicas de Andrónico II-personajes influyentes en la corte bizantina:
Andrónico heredó de su padre un Imperio que si bien se había librado de una gran amenaza, como fue la de Carlos de Anjou, necesitaba a un líder fuerte que pudiera llevar las riendas del gobierno sabiamente e iniciar una política de alianzas que beneficiaran al estado bizantino. Lamentablemente, Andrónico no era el Basileo que necesitaba el imperio en tales circunstancias; en palabras del historiador inglés Miller, “La naturaleza le había destinado a ser profesor de teología; el azar le llevó al trono bizantino”. De esta manera es descrito el carácter de Andrónico, el cual, lejos de ser un militar o un político, era un hombre apasionado por la teología y los misterios divinos. Durante su reinado, los monasterios del Monte Athos ocuparon un papel importante en la vida del Imperio, y su poder creció considerablemente.
Durante su reinado, el imperio apenas contaba con un ejército de 3000 hombres, en su mayoría mercenarios, de los cuales solo 800 eran caballería pesada. Con un ejército militarmente débil y reducido, el Imperio Bizantino se hallaba prácticamente indefenso, frente a enemigos con numerosos ejércitos que contaban con unidades homogéneas de élite.
A estas alturas, el ejército imperial estaba en manos de mercenarios latinos, búlgaros y turcos, los cuales resultaron ser guerreros poco efectivos en las campañas que intentó llevar a cabo Andrónico en los años siguientes de su reinado, como la fallida invasión al Epiro en 1292, donde el ejército imperial estaba formado, en su mayoría, por caballería mercenaria escita (cumana), la cual era una de las unidades de élite imperiales desde el reinado de Juan III Ducas Vatatzés de Nicea, el cual colonizó a muchos pueblos escitas en Tracia y los helenizó posteriormente.
Mercenarios Turcos y Normandos en el Ejército Imperial Bizantino, usados desde la Era de los Comnenos.

Uno de los peores errores cometidos por el Basileo fue el suprimir la flota imperial de Bizancio, y dejar la seguridad marítima del Imperio en manos de los navíos de las repúblicas marítimas italianas, como Génova, Pisa y Venecia. La flota imperial había sido reconstruida por el emperador Miguel VIII para sus campañas de reconquista en las islas del Mar Egeo, y contaba con 80 potentes navíos de guerra.
Al mando de expertos megaduques, como Alejo Filantrófeno y Licario de Verona, la flota bizantina, reforzada con navíos genoveses, había enfrentado y derrotado a las escuadras venecianas en la Batalla de Spetsai, sin embargo, ahora la recién reconstruida flota imperial era abandonada por el incompetente Andrónico, el cual licenció completamente a casi todos los marinos, los cuales, decidieron ofrecer sus servicios a los emires turcos anatolios.
Las consecuencias de esta reforma impuesta por Andrónico se mostrarían devastadoras en el ámbito militar del Imperio, pues encima de carecer de un ejército efectivo, desmantelaba la flota imperial que servía a Bizancio para proteger sus puertos e islas. Para contrarrestar la falta de la flota, el Basileo contrató entre 50 y 60 buques genoveses en el año 1291; sin embargo, la necesidad de tener una flota nacional llevó al Basileo a tratar de reconstruir la antigua flota imperial, basándose en 20 galeras griegas, en el año 1320. Lamentablemente, los intentos del emperador por devolver a la flota su antiguo papel en el ejército bizantino fueron inútiles y la marina bizantina perdió el prestigio y fama que había ganado años antes. La llegada de marinos bizantinos sin empleo a las costas turcas, supuso el inicio de la marina otomana.
Durante el reinado de Andrónico también se llevaron a cabo reformas monetarias; el valor de la moneda de oro, conocida como Hyperpyron o Hyperpyra, perdió gran parte de su valor, y la tesorería imperial se halló frente a una grave crisis económica.
La pureza de la Hyperpyra se redujo a 12 kilates, llevando al Imperio a tratar de recuperar su economía basándose en otro metal precioso, la plata. La reforma de la plata fue llevada a cabo mientras reinaba Andrónico junto a su hijo y co-emperador Miguel IX; la nueva moneda, una gran pieza de plata de gran pureza fue llamada Basilikon (imperial), la cual llegó a ser muy utilizada por los comerciantes y su valor fue superior al normal. Sin embargo, debido a la decadencia del Imperio, el plan fracasó y el Basilikon pasó a ser una moneda de cuenta; mas adelante, esta pieza tendría una pureza muy inferior.
La corte imperial fue, en efecto, dominada por el válido de Andrónico, Teodoro Metoquites. Este hábil político, había ganado la admiración del emperador cuando este visitó la Gran ciudad de Nicea a finales del año 1290. Teodoro era hijo del archidiácono Jorge Metoquita, el cual era favorable a la unión entre las iglesias Ortodoxa y Católica, por lo que fue condenado y exiliado después del Segundo Concilio de las Blaquernas. Teodoro fue nombrado Logoteta Postal por Andrónico, y mas tarde fue nombrado senador. Durante el reinado de Andrónico, Metoquites fue su mano derecha, y se le confió importantes misiones diplomáticas, como la embajada al reino de Serbia en el año 1299, para comprometer a la hija de Andrónico, Simónida, de 5 años de edad, con el rey Milutin; también lideró una embajada bizantina al Reino Armenio de Cilicia en 1295, dirigida al rey León III, cuya hija Rita se casaría con el co-emperador Miguel IX Paleólogo, en el año 1296.
Ya en el año 1321, Metoquites se convertiría en Gran Logoteta, llegando a ser el hombre más poderoso e influyente de la corte imperial, y a la vez el más rico de su tiempo. Metoquites fue un erudito, artista, economista y brillante político, que legó al imperio grandes obras acerca de política y diplomacia, además de poemas y decoraciones artísticas como las del convento de San Salvador en Chora. Teodoro Metoquites fue sin duda, una de las personalidades más brillantes y eficientes del Imperio Bizantino, en sus últimos años de existencia.
Teodoro Metoquites donando la iglesia de Chora a Jesucristo. Mosaico de la Iglesia de Chora.
Otras personalidades influyentes en la corte de Andronico fueron su segunda esposa, Irene de Montferrato, y su hermana, la ambiciosa zarina Irene Paleologina-Asenina.
La Basilisa Irene-Violante siempre trató de convencer a Andrónico que su sucesor fuera uno de sus hijos habidos con ella; se enfrentó en varias ocasiones al co-emperador Miguel, el cual trataba de mantener su posición como heredero al trono. Uno de los hijos de Andrónico e Irene, llamado Teodoro, heredaría el marquesado de Montferrato; sus descendientes serían los marqueses Paleólogos de Montferrato, últimos descendientes de la familia Imperial Bizantina, tras la caída de Constantinopla en 1453.
Irene Paleologina-Asenina, hermana del Basileo y mujer del depuesto zar búlgaro Ivan Asen III, se hallaba refugiada en Constantinopla con sus hijos Miguel, Andrónico, Isaac, Manuel, Constantino, Teodora y María, herederos legítimos al trono de Bulgaria. La pareja real búlgara había huido del Reino ante la amenaza del antiguo rebelde Ivailo de Bulgaria, el cual había derrotado a los bizantinos que apoyaban a Ivan III en el trono y había atacado a la capital búlgara, Tarnovo. Con los tesoros de Palacio, Ivan III, su mujer y sus hijos huyeron del país rumbo a Constantinopla, donde el enfurecido Miguel VIII les exilió a Tróade, tildándoles de cobardes. En 1303, moriría Ivan III, y sus hijos retornarían a Constantinopla, ganándose el cariño y afecto del Basileo, el cual les daría numerosos cargos importantes en el Imperio (Andrónico Asen fue gran capitán en la Morea) y los Asen pasarían a formar parte de una de las familias más prestigiosas y renombradas en los últimos siglos de vida del Imperio Bizantino. Muchos de sus miembros recibirían altos cargos en la corte, y los Basileos le encomendarían misiones diplomáticas y militares, especialmente en el Despotado de Morea.
Miguel IX Paleólogo, co-emperador de Bizancio:
A finales del año 1294, Andrónico decidió nombrar co-emperador de Bizancio a su hijo mayor, Miguel IX, el cual era de hecho, su sucesor, a pesar de las intrigas esparcidas por la ambiciosa Basilisa Irene-Violante, la cual ansiaba que algún día uno de sus hijos con Andrónico ciñera la “diadema del imperio de los romanos”.
El 16 de Enero de 1294, Miguel contrajo matrimonio en la magnífica Catedral de Santa Sofía, con la princesa Rita de Armenia, hija del Rey León III (de la Dinastía Hetúmida) de Cilicia, y la princesa Ana de Lamprón.
Una de las obras más notables del co-emperador fue incrementar el número de efectivos en el ejército bizantino. Sabiendo que era casi imposible obtener tropas nativas que fueran efectivas en el campo de batalla, Miguel IX contrató a costa de un fuerte sacrificio económico, 5-8000 alanos (llamados Masagetas por los bizantinos y catalanes), los cuales se destacaron en las campañas bizantinas en Asia, sirviendo como complemento para el ejército catalán al servicio de Bizancio. Los Masagetas estuvieron bajo el mando de Miguel IX en persona, y muchas veces se rebelaron contra su autoridad, exigiendo una mejor paga; ante esto, el co-emperador les pagó de su propio bolsillo. Sin embargo, su sacrificio se mostró poco efectivo con el pasar de los años.

Roger de Flor y la Gran Compañía Catalana:

Mientras el imperio entraba en un proceso irreversible de decadencia, sus enemigos atacaban sus fronteras impunemente; los turcos comenzaban la contraofensiva a las tierras asiáticas del imperio, invadiendo los antiguos límites del Imperio de Nicea; ante la inminente invasión masiva turca en las ultimas posesiones del Imperio en Asia, el Basileo llama en su ayuda al rey Federico de Sicilia, el cual, responde al llamado del emperador, enviándole a la “Gran Compañía Catalana”, cuyos miembros eran conocidos como los “Almogávares”. En efecto, el monarca siciliano ya no aguantaba más la presencia de estos belicosos guerreros en su territorio. El comandante en jefe de las fuerzas almogávares era Roger de Flor, antiguo templario, famoso y curtido guerrero, veterano en las guerras del rey de Sicilia contra los angevinos. Este Roger de Flor, se había distinguido en la defensa de San Juan de Acre (1291), último bastión del antiguo reino cruzado de Jerusalén.
La llegada de los almogávares, reforzó al debilitado ejército bizantino, que había sido derrotado por los turcos en la Batalla de Bapheus, la cual tuvo lugar el 27 de Julio de 1302, y donde el Hetairiarca Muzalón, al mando de 2000 hombres (en su mayoría mercenarios alanos) fue duramente derrotado por 5000 turcos osmanlíes al mando del emir Osmán. El Hetairiarca comandaba la guarnición que defendía la gran ciudad de Nicomedia, en Frigia. Al ver que un ejército compuesto por 5000 jinetes ligeros turcos nómadas, se encontraba entre las ciudades de Nicea y Nicomedia, Muzalón salió a enfrentarlos, y su ejército fue derrotado en la planicie de Bapheus.
Con los turcos en las puertas de Nicea y Nicomedia, ya habiendo invadido los antiguos limes niceanos, la llegada de Roger de Flor y de los almogávares fue una bendición para el Imperio. Sin embargo, como todo ejército mercenario, los almogávares saquearon algunas ciudades y aldeas bizantinas en su camino a Constantinopla, lo cual horrorizó al Basileo, que se sintió igual que Alejo y Manuel Comneno cuando las huestes cruzadas pasaron por territorio imperial, saqueando aldeas y ciudades imperiales a su paso. Finalmente, los almogávares llegaron a Constantinopla, y al mando de Roger de Flor desfilaron ante el emperador Andrónico por las calles de la ciudad. El ejército almogávar era de 7000 hombres bien curtidos; Roger de Flor, había pedido al Basileo que le otorgara un titulo nobiliario, y una dama de la corte por esposa. El Basileo aceptó tales condiciones, y concedió a Roger la distinguidísima dignidad de Megaduque. La dama que fue escogida para ser la mujer de Roger fue María de Bulgaria, sobrina de Andrónico por el lado materno, una beldad de 15 años de edad. La boda entre el adalid catalán y la princesa búlgara se celebró en Constantinopla, con gran pompa. Al entablarse un conflicto con los genoveses de Constantinopla, los almogávares asesinaron a 3000 de ellos; el Basileo se alegró al enterarse de la noticia, pues estaba harto de la tutela genovesa en la ciudad. Para calmar el tumulto, Andrónico envió a Esteban Marzala, Gran Drungario y almirante del Imperio, el cual, mientras trataba de apaciguar el conflicto, fue muerto y despedazado, en palabras de Paquimeres.
Después de esto, los almogávares penetraron en Asia Menor. El noble caballero Fernando de Aones recibió el cargo de almirante de la flota, aunque estaba sujeto a las órdenes del Megaduque; según Moncada:
“Mando el Emperador, que un insigne Capitán de Romeos que se llamaba Marulli, hombre de sangre y estado, fuese siguiendo las banderas de Roger con su gente, y Gregorio con la mayor parte de los Alanos hiciese lo mismo”.

Así pues, el ejército imperial se embarcó a Anatolia, con grandes navíos y buques, desembarcando la caballería en el cabo de Artacio, cerca de las ruinas de la ciudad de Cícico. Al llegar, los imperialistas se dieron cuenta de lo comprometido de la situación en Anatolia.
La situación en Asia Menor era caótica, ya que muchos duques y gobernadores de las provincias y ciudades asiáticas bizantinas abandonaban sus sedes a los turcos, los cuales atacaban impunemente los territorios bizantinos que carecían de una defensa efectiva.
Ya en Anatolia, el ejército Catalano-Bizantino avanzó contra los turcos que amenazaban las principales metrópolis y castillos del Asia Menor Occidental. Con mucho esfuerzo, los bizantinos habían defendido valerosamente Brusa, Nicea y Nicomedia, y las restantes fortalezas y ciudades que le restaban al imperio en Asia Menor.
El co-emperador Miguel IX había dirigido una expedición al mando de los mercenarios alanos y fue severamente derrotado, en cuanto al Basileo, según el cronista Muntaner "estaba como dormido o como si estuviese muerto."
El primer encuentro entre turcos y almogávares fue desigual, pues un almogávar tenía que batallar contra 2 turcos; sin embargo, el valor, el coraje y la valentía de los catalanes salvó la jornada y 13.000 turcos perecieron en este primer encuentro. Niños turcos de 10 años también fueron ejecutados por los almogávares, ya que Roger de Flor consideraba que a esa edad, una persona podía empuñar la espada.
La contraofensiva bizantina en Asia Menor fue exitosa gracias al valor de los soldados almogávares, con sus gritos de batalla “Desperta, ferro” o “Aragó, Aragó!” o “Sant Jordi!”. Filadelfia, Magnesia del Meandro, Éfeso, Cícico, Thira, entre otras fortalezas, fueron liberadas de la amenaza turca. Los guerreros turcos fueron rechazados hasta las montañas del Tauro, en la Cilicia Armenia, e Irán. Luego, durante el invierno, Roger y los almogávares se refugiaron en la ciudad de Cícico, para luego reanudar la contraofensiva en Mayo del año 1304, donde atacaron a los turcos que sitiaban la gran ciudad de Filadelfia, derrotándolos de nuevo, y entrando triunfalmente en la ciudad, siendo recibidos por el Obispo Teolepto, descrito por Don Francisco de Moncada como “varón de rara santidad, y por cuyas oraciones se defendió Filadelfia mas que por las armas del ejército que la guardaba”. También levantaron un asedio turco sobre Thira, persiguiendo a los sitiadores y masacrándolos en el acto.
La batalla mas importante de los almogávares en Anatolia, tuvo lugar en las montañas del Tauro, donde 7000 almogávares al mando de Roger de Flor y su lugarteniente Berenguer de Rocafort, derrotaron a 40.000 turcos, los cuales, al oír los gritos de batalla de los catalanes, se acobardaron, dejando a 18.000 muertos en el campo de batalla. Sin embargo, muchas propiedades de los griegos del lugar fueron pilladas por los catalanes; el Basileo se quejaba ante Roger de Flor por los disturbios provocados por estos inadaptados soldados, sin embargo, el megaduque afirmó que no podía evitar que bandoleros se mezclaran entre sus guerreros. Ante esta situación, muchos griegos que se encontraban en el ejército de Roger empezaron a retirarse, como cuenta Moncada: “Nastago Duque y Primicerio del Imperio, que militaba en este ejército con Roger, se apartó de él y se fué á Constantinopla, porque no podía ver como Griego maltratar á los naturales, y las demasías que Roger hacia con ellos; y así llegado á Constantinopla quiso que el Emperador le yese, y como esto se le negó por los deudores y amigos de la mujer del Megaduque, á l que yo puedo entender, se fué al Patriarca, y por su medio el Emperador dio oídos á las quejas que traía contra Roger, de que se encendió en el Palacio una gran discordia entre los amigos y émulos del Megaduque.”
También en Éfeso, el cronista Paquimeres cuenta que Roger y sus catalanes cometieron atrocidades con los griegos del lugar, torturándolos, cortándoles miembros, y degollándolos, con tal de conseguir dinero. También en la ciudad de Metellín, los catalanes degollaron a un hombre rico e importante llamado Macrami, el cual se había negado a facilitar a la Compañía Catalana 5000 escudos para la infantería.
También habían llegado noticias a Andrónico que Roger intentaba crear un principado con base en los territorios conquistados por sus tropas; el caudillo almogávar había enviado todos los tesoros obtenidos en las campañas, a la ciudad de Magnesia, donde la gente se sublevó contra los soldados catalanes, a los cuales expulsó con ayuda de la guarnición griega de la ciudad, y se apoderó de los tesoros. Entonces el megaduque decidió poner sitio a Magnesia, pero la guarnición defendió muy bien las murallas de la ciudad y Roger se vio obligado a volver a Europa.
Al desembarcar con su ejército en Gallipoli, Roger ocupó aldeas y fortalezas cercanas a la ciudad, y se dirigió a Constantinopla, donde exigió al Basileo la paga de los contingentes catalanes. Sin embargo, la suma de dinero que ofreció el Basileo no convenció a Roger, el cual saqueó aldeas de Tracia cercanas a la capital bizantina. Entonces, para amistarse con el megaduque, Andrónico le nombró César del Imperio en Abril de 1305, y desde ese momento, Roger cambió su nombre a Miguel Paleólogo Comneno, césar y megaduque del Imperio de los Romeos, y yerno del emperador de Lantzara (Bulgaria). Roger también convenció al Basileo de otorgarle el rango de megaduque a uno de sus lugartenientes, Berenguer de Entença, el cual había peleado valerosamente a su lado contra los turcos, en las batallas del Tauro y Cícico.
El nombramiento de Roger como César provocó los celos del envidioso co-emperador Miguel IX, el cual veía que Roger ganaba poder e influencia en la corte bizantina, con el apoyo de su tía (la suegra de Roger), la intrigante y ambiciosa Irene Paleologina-Asenina, la cual apoyó concretamente la ascensión de su yerno a los rangos mas elevados del Imperio. Aunque, en este periodo de vida del Imperio, el rango de César había pasado a ser un título honorífico, ya que dignidades como Sebastocrátor y Déspota ejercían un poder efectivo sobre el Estado y por ende, sobre la Corte Imperial Bizantina, desde los tiempos de la otrora poderosa Dinastía Comneno.



La Traición de Adrianópolis:
La envidia de Miguel IX acabó con la vida del recién nombrado César. El joven co-emperador había dirigido muchas campañas al mando de los mercenarios alanos al servicio de Bizancio, en las cuales había sido derrotado estrepitosamente.
Las victorias de Roger despertaron el odio y los celos de Miguel, y para colmo de males, el recién nombramiento de Roger como César, supuso a Miguel una amenaza para el trono, ya que el caudillo almogávar obtenía cada vez un mayor poder en el Estado. Fue entonces, que Miguel IX decidió jugárselo todo en una celada, que tuvo lugar en su Palacio, ubicado en la ciudad de Adrianópolis.
Encantado por tal invitación, sobre todo porque sabía que ganándose la amistad del co-emperador aumentaría su poder y prestigio, Roger aceptó la invitación de Miguel, y desoyendo los consejos de su mujer, la princesa María Asenina, la cual le advirtió que detrás de esa elegante celada, se escondía una trampa mortal.
Tras haber vivido años en la corte bizantina y haber presenciado diferentes riñas y disputas entre los cortesanos, la mujer del César sabía que cualquier cosa se podía esperar de la nobleza, y en especial, de su envidioso primo. Sin embargo, Roger desoyó los consejos y advertencias de su mujer y se dirigió al Palacio de Adrianópolis, esperando pasar un agradable momento junto con sus caballeros y los cortesanos de Miguel IX.
Así pues, el 5 de Abril del año 1305, tuvo lugar en el Palacio Imperial de la ciudad de Adriano, la celada donde, el co-emperador Miguel y su mujer, la emperatriz Rita-María (también llamada Xenia-María) deseaba felicitar a Roger y a sus valientes almogávares por los éxitos logrados contra los turcos. La cena fue muy lujosa, y los almogávares se dejaron seducir por la elegancia y el boato de los bizantinos, bebiendo más de la cuenta. Fue entonces que al mando del general alano Georgios, la guardia alana del co-emperador se abalanzó contra los almogávares, los cuales, ebrios como estaban, no tuvieron oportunidad de hacer frente a sus atacantes. Los alanos asesinaron a los catalanes en pleno banquete, entre ellos a Roger de Flor, el cual fue degollado y posteriormente decapitado; más de un centenar de jefes almogávares perecieron asesinados en Adrianópolis, por órdenes de Miguel IX. En efecto, 300 caballeros y 1000 soldados de infantería catalana perdieron la vida en Adrianópolis, tras la inesperada embestida de los mercenarios alanos de Miguel. Roger de Flor pereció a la edad de 37 años, después de haber conseguido grandes victorias para el decadente Imperio.
Después de la traición de Adrianópolis, los bizantinos empezaron a atacar a los catalanes que se encontraban en todo territorio del Imperio; el Basileo Andrónico ordenó que se confiscaran las mercancías de todo barco catalán en el mar Egeo, y muchos comerciantes catalanes fueron apresados.
La traición del co-emperador Miguel enfureció a los almogávares que se habían salvado de la catástrofe. Estos últimos se reagruparon en Gallípoli, donde decidieron armar la resistencia contra la futura embestida de Miguel IX, al cual consideraron un artero traidor e hipócrita.

El sitio de Gallípoli y La “Venganza Catalana”:
Con el beneplácito de su padre, el Basileo, Miguel IX decidió atacar y acabar de una buena vez con la incomoda presencia de los almogávares en el “Imperio Romano”.
Sabía que Gallipoli era el último bastión de los catalanes en tierras imperiales, y decidió ponerle sitio, con la seguridad de que, al contar con pocos efectivos, los almogávares serían aplastados y aniquilados definitivamente.
Para esta tarea, el co-emperador confió el mando del ejército imperial, según Jorge Paquimeres, al “Gran Duque Eteriarca, a Basila, y al Gran Bausi (Megas Tzausios o Gran Tzausio, el que pone orden en el sequito de los Basileos) Umberto Palor (Umbertópulo) a Brachialo, cerca de Gallipoli, para apretar mas a los cercados”.
En Gallípoli, los catalanes pasaban una situación desesperada; la flor y nata de la Gran Compañía Catalana había perecido en la carnicería que tuvo lugar en Adrianópolis, y no había hombres suficientes para defender la ciudad ante la embestida del ejército bizantino. En efecto, el Basileo Andrónico había vaciado sus arcas para formar un gran ejército, compuesto por 23.000 bizantinos, los cuales, sitiarían Gallípoli con un refuerzo de 9.000 alanos (también llamados escitas).
Mientras en Gallípoli, los catalanes asesinaron a los pobladores griegos de la ciudad, los cuales fueron cruelmente mutilados y empalados; según Nicéforo Gregoras y Jorge Paquimeres, los catalanes “no perdonaron ni el sexo ni edad”, y “hasta los niños empalaban”; ambos cronistas griegos hablan con desprecio y cólera acerca de la inhumanidad de los catalanes para con los griegos de Gallípoli.
La guerra entre los catalanes y griegos fue, según cronistas de ambas facciones, “una guerra de fieras”. Según cronistas españoles, Miguel IX reunió todas las levas de Tracia y Macedonia contra los almogávares, moviéndose de Adrianópolis a Pamphilo, y habiendo armado un ejército de 30.000 infantes y 14.000 caballeros (este ejército estaba formado por turcoples, griegos y alanos).
Ante esta temible amenaza, los catalanes fortificaron el arrabal de Gallípoli, donde se levantaron murallas y fosos. Luego enviaron embajadores al Basileo para que lo retasen, recordándole los agravios sufridos y el traicionero asesinato de Roger de Flor. Entonces los bizantinos sitiaron Gallípoli, la cual fue brillantemente defendida por las milicias catalanas que se encontraban en las murallas.
Entonces los catalanes decidieron pedir ayuda a su antiguo señor, el rey de Sicilia; mientras los embajadores enviados a Andrónico fueron cruelmente asesinados en Redesto. Por esta pérfida acción, Berenguer de Entença, salió a combatir a los griegos con su armada, y pasando por muchos islotes de la Propóntide, masacró a sus habitantes e incendio las aldeas. Luego tomó y saqueó la rica y poderosa ciudad de Recrea; ante la toma de Recrea, el Basileo envió a su hijo, el Déspota Juan Paleólogo (1286-1308) (llamado “Calo Juan Déspota” por los catalanes) al mando de 400 caballeros griegos, para detener la embestida de la infantería catalana, pero fueron duramente derrotados por las fuerzas de Entença.
La situación se hacía cada vez peor en el Imperio, pues todos los ejércitos que habían sido enviados por el Basileo a derrotar a los catalanes, habían sido aniquilados. A pesar de que Entença fue capturado y llevado a prisión con ayuda genovesa, los catalanes siguieron tan combativos como siempre. Para colmo de males, las tropas a las cuales se encomendó el sitio de Gallípoli, fueron prácticamente aniquiladas (casi 23.000 soldados bizantinos) y los catalanes recibieron como refuerzo un gran contingente de Turcoples (mercenarios turcos cristianos).
Fue entonces que Miguel IX decidió avanzar contra Gallípoli, con todas sus fuerzas. Los catalanes, sabiendo los movimientos del co-emperador, avanzaron a su encuentro, asistidos por refuerzos de Turcoples y Catalanes recién llegados.
Miguel IX se encontraba acuartelado entre las ciudades de Apros y Kypsella, con un gran ejército, conformado por 6000 caballeros, la infantería bizantina al mando de Teodoro Paleólogo, tío de Miguel, el cual había venido de Asia, los alanos y Turcoples al mando de Basila, Caballería pesada de élite, proveniente de Tracia y Macedonia, al mando del Gran Hetairiarca, y Miguel comandando la retaguardia, con un cortejo de caballeros nobles que le protegía. La batalla fue una derrota total para los griegos, los cuales fueron, como en otras ocasiones, duramente derrotados por los imparables catalanes.
También los catalanes derrotaron a los alanos, los cuales, emprendieron la huída con sus mujeres e hijos; lamentablemente fueron alcanzados y aniquilados, mientras sus mujeres fueron violadas por los salvajes catalanes y sus hijos asesinados.
Durante años, los catalanes se dedicaron a saquear las provincias bizantinas de Tracia y Macedonia, haciendo masacres infames, de las cuales ni los niños se salvaron. Los catalanes se comportaron como unos verdaderos bárbaros y asesinaron a mansalva gran cantidad de campesinos y sacerdotes griegos. Ni el sagrado Monte Athos, se salvó de la crueldad de los catalanes, los cuales saquearon los monasterios, e incluso llegaron a incendiar el Monasterio Ruso de San Pantaleimón. El Higúmeno (abad) Daniel, relata con espanto y horror la llegada de los catalanes al Monte Sagrado, y el brutal saqueo al que lo sometieron.
Así pues, la “Venganza Catalana” devastó salvajemente Tracia y Macedonia, dejando ambas provincias, en la peor de las miserias. Los catalanes también pusieron sitio a Tesalónica, la segunda capital del Imperio, la cual, resistió la embestida de los catalanes gracias al coraje y el valor de la guarnición Bizantina que defendía la ciudad.
Después de haber dejado las provincias antes mencionadas en un estado de bancarrota y crisis económica (a causa de los saqueos y masacres), los catalanes se retiraron del Imperio, rumbo a Tesalia (también llamada “Gran Valaquia”), donde se enfrentarían a Juan II Ducas, el déspota de la región, y luego, entrarían al servicio de Gualterio V de Brienne, duque franco de Atenas y Tebas, el cual, al no poder pagarles los servicios prestados contra los válacos de Tesalia, se enfrentó a los catalanes con sus caballeros francos y fue derrotado en la Batalla de Halmyros. A partir de ese momento, el Ducado Franco de Atenas dejó de existir, para dar lugar al Ducado Catalán de Atenas, el cual tuvo como duque a Roger Deslaur, un renombrado capitán almogávar. El hijo del depuesto Gualterio V, Gualterio VI, conservó los señoríos de Argos y Nauplia, con ayuda de lo que quedó del ejército franco-ateniense. Los catalanes crearon otro ducado en las tierras del antiguo ducado Tebano-Ateniense, el llamado “Ducado de Neopatria”, el cual estaba compuesto por capitanías generales.
Hasta nuestros días, la presencia catalana en Grecia es un duro recuerdo para el pueblo griego, el cual recuerda un periodo de matanzas, saqueos y abusos, que arruinaron en gran parte, la economía del Estado Bizantino, y sobre todo, asesinaron brutalmente, a muchos pobladores de la región. Atenas recordaría con amargura el tiránico gobierno de los catalanes en el Ducado, los cuales finalmente serían reemplazados, por la familia florentina de los Acciaioli, con ayuda de la “Compañía Navarra”.

La contraofensiva de los Otomanos y la alianza con los Mongoles:
La situación del Imperio era crítica. La “Venganza Catalana” había dejado en la ruina las provincias de Tracia y Macedonia, con la mayoría de sus ciudades, aldeas y fortalezas, vacías por los brutales saqueos, y sin ningún recurso para poder pagar los impuestos. Fue entonces, cuando las cosas empeoraron.
Los turcos, enterados de la ida de los catalanes y su posterior enfrentamiento con los griegos, decidieron volver a atacar las ciudades bizantinas de Asia Menor, y su objetivo fue la rica y populosa urbe de Nicea, antigua capital del Imperio de los Láscaris. Ante lo comprometido de la situación, el Basileo, cuya media hermana, María Déspina Paleologina, la cual era viuda de Abaga, Khan Mongol de Persia, fallecido en el año 1282. Así pues, el Basileo decidió volver a comprometer a María con el príncipe mongol Charbanda, señor de Persia.
Sabiendo que Nicea estaba en peligro, la Déspina (título femenino de Déspota) se dirigió a la ciudad de Antigono, para alentar a los defensores bizantinos de la urbe. Desde Nicea, María empezó a acelerar las negociaciones de su matrimonio con Charbanda, el cual prometió a Andrónico II, en calidad de aliado, 30.000 soldados mongoles para liberar Nicea de la embestida otomana. María Paleologina se entrevistó con el emir turco Otmán, el cual estaba sitiando Nicea. El fuerte carácter y las amenazas de la Déspina enfurecieron al emir, el cual, sabiendo que la llegada de los 30.000 mongoles se acercaba, decidió tomar fulminantemente la fortaleza bizantina de Tricocca, la cual cerraba el paso a la ciudad de Nicea. Ante esto, Andrónico ordenó a María que se retirara de Nicea y que retornara a Constantinopla. Roto el compromiso con Charmanda, la Déspina de los Mongoles fundó La bella iglesia de Santa María de los Mongoles, en honor a su nombre y al pueblo del que había sido reina. La Déspina hizo de la Iglesia un convento para monjas, el cual se mantendría hasta el año 1453, cuando los turcos tomaran Constantinopla. Murió allí, bajo el nombre monástico de “Melania”.
Mientras tanto, la Gran ciudad de Nicea quedó cercada por los otomanos, los cuales la tomarían en el año 1331, bajo el reinado de Andrónico III “El Joven”. En el año 1326, cayó Bursa (también llamada Prusa) y otras fortalezas asiáticas bizantinas como Yenisehir, cayeron ante la vigorosa contraofensiva turca.

Los Conflictos con Bulgaria:
La ofensiva política del Zar Búlgaro Teodoro Svetoslav, alarmó considerablemente al Basileo. En el año 1304, el Zar búlgaro se había enfrentado a las tropas imperiales de Miguel IX en la batalla de Skafida, donde el búlgaro había derrotado a los bizantinos estrepitosamente, capturando a muchos soldados y nobles que se encontraban batallando. Los bizantinos había perdido desde el año 1303, muchos puertos importantes del Mar Negro, como Anquialos (actual Pomorie), Mesembria (Nesebar), Sozópolis (Sozopol) y Agatópolis (Ahtopol), y la contraofensiva de Miguel IX fue un fracaso total.
Las cosas empeorarían mas para Bizancio, cuando los mercenarios imperiales alanos se rebelaron contra sus benefactores, y se pasaron al bando de Svetoslav. Ante lo comprometido de la situación, Andrónico decidió entablar una alianza matrimonial con el Zar Búlgaro en el año 1307, comprometiéndolo con su nieta, Teodora Paleologina, hija de Miguel IX y de su mujer, Rita-María de Armenia. A partir de eso momento, Bulgaria y Bizancio tuvieron relaciones pacíficas, con excepción de 2 ataques mongoles a la Tracia Bizantina, con apoyo indirecto de Svetoslav.
También en el año 1315, el Basileo entabló otra alianza matrimonial con el Déspota Juan II Ducas, de Tesalia, el cual, desposó a Irene Paleologina, hija bastarda de Andrónico II, con lo cual obtenía el apoyo del emperador para mantener su posición frente a las revueltas de los terratenientes tesalios y válacos, al mando de Esteban Gabrielópulos, el cual desafiaba la autoridad del Déspota. Andrónico II dio a Juan el título de Sebastocrátor de Tesalia, con lo cual el Déspota, aumentaba su poder y prestigio en la región que dominaba.

La Muerte de Miguel IX Paleólogo (1320):
El co-emperador Miguel IX fue una de las figuras más tristes y decadentes de la llamada “Era de los Paleólogos”. A pesar de ser un valiente y enérgico soldado, la mala suerte le siguió a lo largo de su vida. Todas las batallas en las que se batió contra turcos, búlgaros y catalanes fueron terribles derrotas, su traicionera actitud con Roger de Flor le valió el odio de los almogávares, los cuales se vengarían de el saqueando durante años Tracia y Macedonia, además, los mercenarios imperiales alanos (llamados Massagetoi) se amotinaron ante el co-emperador, y al no recibir su paga habitual, se unieron a los búlgaros.
Así pues, el co-emperador fue un hombre desafortunado, al cual la Historia le reservó acontecimientos desagradables y catastróficos para Imperio. Sin embargo, una tragedia familiar fue la que empeoró la salud de Miguel IX, y le produjo la muerte.
Su hijo menor, Manuel, pereció accidentalmente a manos de los partidarios de su hermano mayor, Andrónico “El Joven”. La muerte de Manuel deprimió gravemente a Miguel IX, el cual, falleció el 12 de Octubre de 1320, a la edad de 43 años, en la ciudad de Tesalónica. No quedan muy esclarecidas las causas de muerte, pero lo más lógico es que el desdichado co-emperador murió de pena tras la muerte de su hijo menor.
La muerte de Miguel llenó de tristeza al Basileo, el cual vio perecer al que debía sucederlo. Con su hijo mayor muerto antes de lo esperado, Andrónico veía que la sucesión se complicaba. El heredero legítimo al trono de Bizancio era Andrónico el Joven, el cual, si bien había sido anteriormente el favorito de su abuelo, la muerte de Manuel había dado un giro inesperado a los sentimientos de Andrónico II. Este culpaba a Andrónico de la muerte de su hermano, y por eso decidió desheredarlo y buscar otro heredero. Andrónico tenía otros hijos, como Constantino Déspota, hermano de Miguel IX, y otros hijos que había tenido con Irene de Montferrato, la cual había fallecido en el año 1317, después de haber abandonado al Basileo y haberse retirado con su propia corte a Tesalónica. Además, el anciano Basileo tenía otro nieto favorito, Miguel Katharos, hijo de Constantino Déspota y una sirvienta, el cual se había ganado el afecto del viejo emperador.
Ante la negativa de su abuelo de reconocerlo como heredero al trono, Andrónico “El Joven” se sublevó contra Andrónico II “El Viejo” , apoyado por un buen grupo de nobles jóvenes, que deseaban cambiar completamente el sistema de gobierno en Bizancio, viendo la incompetencia de Andrónico II.
Los más activos colaboradores de Andrónico “El Joven” fueron su gran amigo, Juan Cantacuzeno (futuro emperador Juan VI), de la noble familia de los Cantacuzeno, y Syrgiannes Paleólogo, hijo de Syrgiannes, Gran Doméstico de origen cumano (o quizás mongol) y de la princesa Eugenia Paleologina Cantacuzena, miembro de la familia imperial.
Estos 2 personajes comenzaron la revuelta en Tracia, donde Syrgiannes era gobernador imperial, y Cantacuzeno maquinaba para colocar a Andrónico en el trono de Constantinopla. Ante esto, el Basileo llegó a un acuerdo de paz con su nieto, dejándole reinar como co-emperador desde Adrianópolis, mientras el Basileo permanecía en el trono de Constantinopla.

La abdicación de Andrónico II “El Viejo”, y la coronación de Andrónico “El Joven” como Andrónico III:
La situación se puso mas tensa aún, cuando hubo un intento de asesinato contra el Basileo, por parte de Syrgiannes, el cual, tras no obtener el poder que ambicionaba de manos de Andrónico “El Joven”, decidió pasarse al bando del Basileo. El complot fue descubierto y Syrgiannes fue condenado a cadena perpetua por Andrónico II. Mientras se reanudaba la guerra civil entre abuelo y nieto, ambos llamaron en su ayuda a los vecinos y rivales del Imperio. Los serbios del rey Esteban Decanski apoyaron al Basileo, pues este, en su desesperación, les ofreció las fortalezas macedonias de la frontera serbo-bizantina. Mientras los búlgaros de Miguel Asen III apoyaron al joven Andrónico, que era su cuñado.
Fue entonces que Andrónico, a pesar de la amenaza de los serbios, depuso a su abuelo, el Basileo. Andronico II fue forzado a abdicar y se retiró a un monasterio, donde tomó el nombre monástico de Antonio. Allí moriría en el 13 de Febrero de 1332, en Constantinopla. El joven Andrónico exilió a los partidarios de su abuelo, como Teodoro Metoquites, que fue exiliado a Demótica, para luego ser perdonado en el año 1330.
El joven Andrónico sucedió a su abuelo, y fue coronado como Andrónico III, emperador de los romanos. Su reinado sería el último reinado activo de la historia bizantina, pues el nuevo Basileo, asistido por inteligentes y hábiles ministros, supo gobernar al Imperio correctamente, y aunque perdió las últimas grandes fortalezas bizantinas en Asia Menor (con excepción de Filadelfia y Heraclea del Ponto), inició una serie de reformas que trataron de mejorar la difícil situación del imperio, y devolverle su antigua grandeza. Fue una lastima que sus proyectos no se llegaran a cumplir, al menos del todo.

Consideraciones Finales al Reinado de Andrónico II Paleólogo:
El reinado de Andrónico II “El Viejo”, también llamado “El Teólogo” fue desastroso para el Imperio Bizantino. El Basileo, no supo gobernar con prudencia y sabiduría al restaurado Imperio Griego, y sus desatinos produjeron la decadencia militar y económica de Bizancio.
Escaso de talento militar, el Basileo confió la guerra a generales incompetentes, o a mercenarios desadaptados (como los almogávares). En efecto, el pésimo reinado de Andrónico II traería la ruina y la incapacidad militar en los años venideros. En el aspecto cultural, bajo la égida de Teodoro Metoquites, Bizancio tuvo un brillante esplendor cultural y artístico en sus últimos periodos de existencia, pues además, el Basileo apoyó firmemente el arte y las letras durante su reinado. En efecto, si Andrónico se hubiera rodeado de gente experta en el ámbito militar, y se hubiera abstenido de reducir el ejército, la Historia del Imperio Bizantino hubiera sido completamente distinta.


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Galo Garcés Avalos


Bibliografía Citada:
Autores antiguos:
- Nicéforo Gregoras: Historia Romana.
- Jorge Paquimeres: De Michaele et Andronico Palaeologis.
- Expedición de Catalanes y Aragoneses al Oriente por Don Francisco de Moncada.
Autores Contemporáneos:
- Donald M. Nicol: The Last Centuries of Byzantium (1261-1453).
- Mark C. Bartusis: The Late Byzantine army (1204-1453).
- Franz Georg Maier: Bizancio.
- Sir Steven Runciman: La Caída de Constantinopla (1453).
- Alexander Vasiliev: Historia de Bizancio, Volumen II.