sábado, 8 de marzo de 2008

Alejo II Comneno Porfirogénito (1180-1183)








Alejo II Comneno (1180-1183)
Por Galo Garcés

El reinado de Alejo II Comneno estuvo marcado por la regencia de su madre, la Basilisa María-Xena, y el amante de ésta, el Protosebastos Alejo, los cuales favorecieron los intereses de los mercaderes latinos en el imperio, ganándose el odio y el desprecio del pueblo bizantino. El trágico final de Alejo II, dio inicio al reinado de Andrónico Comneno, el último emperador de dicha dinastía en Constantinopla.

El heredero esperado:
A finales del año 1159, Berta-Irene de Sulzbach, esposa del emperador Manuel I Comneno, falleció en la gran ciudad de Constantinopla, causando gran dolor a su marido, el cual, describe un historiador contemporáneo, “Rugió como un león” en su lecho de muerte. De esta manera, el Basileo quedaba viudo, y sin ningún heredero varón que le sucediera.
Entonces, Manuel envió una embajada hacia los estados cruzados de Siria y Palestina, pues deseaba casarse con alguna de sus princesas. Los encargados de esta embajada fueron Juan Contostéfano, el dragomán (traductor) Teofilacto y Basilio Camatero, acolito (comandante) de la Guardia Varega. Tras llegar a Jerusalén, los embajadores vieron a las 2 candidatas a ser la nueva Basilisa de Bizancio. Las princesas en cuestión eran Melisenda, hermana del Conde Raimundo III de Trípoli y sobrina de la anciana reina Melisenda de Jerusalén, por lo tanto, prima del rey Balduino III; la otra princesa fue María, hija de Raimundo de Poitiers y Constanza de Altavilla, príncipes de Antioquía. Ambas eran famosas por su belleza, pero tras oír los embajadores rumores sobre la legitimidad de Melisenda, el Basileo Manuel escogió a María.
La princesa antioqueña era muy bella; el cronista Juan Cinnamus afirma que María era más bella que Melisenda, en cuanto Nicetas Choniates la llama “Afrodita Dorada”, y da grandes testimonios de la hermosa y rubia princesa normanda. El Basileo contrajo matrimonio con María de Antioquía el 24 de Diciembre de 1161, en la catedral de Santa Sofía; a continuación de la boda hubo fiestas y carreras en el Hipódromo de la ciudad. De esta manera, se hacía mas fuerte la conexión entre el Imperio y el principado normando de Antioquía.
Sin embargo, en los años siguientes, María no daba a luz ningún heredero; el Basileo había tenido 2 hijas con su primera mujer: María Comnena, la primogénita de Manuel, y Ana Comnena, que había fallecido siendo aún niña, aparte de algunos bastardos que Manuel había engendrado con damas de la corte. En esa época, el imperio se encontraba en guerra con Hungría, y, tras derrotar al rey Esteban III, el emperador Manuel obligó al monarca magiar a nombrar heredero al trono a su joven hermano Béla, además de entregarle los territorios de Croacia y Dalmacia, y dejar que Béla fuera educado en la corte de Constantinopla, en el año 1164. Cuando Béla llegó a la ciudad, Manuel decidió comprometerlo con su hija María, y de esta manera unir Hungría con Bizancio. Fue por esto que Béla fue renombrado Alexio y se le concedió el título nobiliario “déspota”. Los nobles se negaron rotundamente a los planes del Basileo, y el portavoz de éstos fue Andrónico Comneno, primo de Manuel, el cual se negó a jurar lealtad al nuevo heredero, y por lo cual Manuel le nombró duque de Cilicia, alejándolo de la corte imperial.
Para alivio de los nobles, que se negaban a reconocer como heredero al príncipe húngaro, la Basilisa María quedó embarazada. En este nuevo bebé, los nobles pusieron todas sus esperanzas, rezando porque fuera varón, y así fue.
El 14 de septiembre de 1169, nació Alejo II Comneno, el cual fue proclamado heredero y sucesor por Manuel, el cual, desheredó a Béla-Alexio y rompió el compromiso con su hija. De esta manera nacía el tan ansiado heredero para el trono de Constantino el Grande.

Comprometido con Inés de Francia:
Manuel, usando una de sus más notables habilidades, la diplomacia, decidió casar a su hijo con Inés, hija de Luis VII, rey de Francia con su tercera esposa, Adela de Champaña. En el año 1178, el conde Felipe de Flandes había pasado por Constantinopla en su retorno de Tierra Santa; el conde de Flandes fue recibido por el Basileo, el cual le expresó sus deseos de aliarse con Francia por medio del matrimonio de su hijo con la hija del rey Luis. Así pues, una embajada bizantina acompañó al conde hacia Francia, para asegurar el compromiso con la princesa franca, en el invierno de 1178-1179.
De esta forma, Inés partió hacia Constantinopla desde el Montpellier, en la Semana Santa de 1179. En Génova, la flota de la princesa se incrementó de 5 a 19 barcos, capitaneada por Balduino Guercio, un genovés al servicio de Bizancio. En el verano de 1179, Inés de Francia llegó a la Ciudad de Constantino, y su llegada fue celebrada con mucha alegría por el pueblo bizantino. Ya en la ciudad, la prometida de Alejo II fue saludada por una oración, hecha por Eustacio, Cónsul de los Oradores y metropolitano de Tesalónica.
Según el historiador cruzado Guillermo de Tiro, Inés tenía 8 años cuando llegó a Constantinopla, y Alejo II tenía 13. La boda se celebró en el salón del Trullo, en el Sagrado Palacio Imperial de Constantinopla, el 2 de Marzo de 1180.

La Regencia de María-Xena y el Protosebastos Alejo:
Lamentablemente, el 24 de Septiembre de 1180, el gran emperador Manuel I Comneno falleció, dejando el Imperio en manos del adolescente Alejo II. A la muerte de Manuel, su viuda, la Basilisa María, tomó los hábitos bajo el nombre de “Xena” (extranjera), sin embargo, era ella quien dominaba el Estado Bizantino en calidad de regente, y tomó como amante y co-regente al Protosebastos Alejo Comneno, sobrino de Manuel y primo de Alejo II, lo cual causó escándalo entre la población bizantina, que veía con malos ojos la relación entre la emperatriz y su “sobrino”.
Durante el periodo de regencia, los mercaderes latinos fueron favorecidos en detrimento de los artesanos y comerciantes bizantinos; por esta razón, el pueblo empezó a odiar a los regentes, y la portavoz de éste fue la joven Porfirogénita María Comnena, la hija mayor de Manuel, la cual, junto a su marido, el César Juan-Rainiero de Montferrato y el Patriarca de Constantinopla, Teodosio I Boradiotes, organizaban motines contra los regentes en las calles de la “Nueva Roma”.
La Porfirogénita María llamó en su ayuda a su tío, Andrónico Comneno, el cual se encontraba como gobernador de las antiguas tierras de los Comnenos en Paflagonia, en torno a ciudad de Oinaion y la fortaleza de Kastamonu (Kastra Komnenon); Andrónico aceptó la propuesta y decidió acudir en ayuda de su sobrina con un ejército conformado por paflagonios y algunos mercenarios árabes. Mientras en Constantinopla, la situación empeoró, ya que los motines organizados por la Porfirogénita, eran cada vez más fuertes; el pueblo y muchos soldados nativos apoyaban a la hija de Manuel Comneno, la cual mostraba verdadero amor y comprensión hacia su pueblo y los intereses de éste. La situación llegó a tal extremo, que el Protosebastos Alejo ordenó a los mercenarios latinos que salieran a poner orden en la ciudad y que atraparan a los conspiradores, los cuales se refugiaron en el Santuario de Santa Sofía, con la venia patriarcal. Los nobles rebeldes se encerraron en la Gran Iglesia, junto con ciudadanos simpatizantes y algunos mercenarios. La Porfirogénita con sus partidarios resistieron 2 meses en Santa Sofía y, finalmente, los rebeldes consiguieron una amnistía para María Comnena y su marido, el César; sin embargo, muchos nobles conspiradores fueron encarcelados, y el patriarca Teodosio, a pesar de ser respetado por muchos, fue depuesto de su cargo por los regentes.
Mientras en Paflagonia, Andrónico Comneno seguía organizando el ejército con el cual iría en auxilio de la Porfirogénita, los regentes se hallaban ocupados suprimiendo las revueltas y batallando contra los húngaros del antiguo príncipe Béla-Alexio, ahora rey de Hungría bajo el nombre de Béla III. El rey Béla había atacado a las guarniciones bizantinas que guardaban Dalmacia, Bosnia y Sirmium; en Rascia (Serbia) el príncipe Esteban Nemanja rechazó la autoridad imperial en el país. Mientras tanto en Asia, los Selyúcidas de Iconio invadieron amplias porciones de Asia Menor, especialmente aquellas zonas reconquistadas por Juan II Comneno (Sozópolis, Atalia, Cotyaeum, etc.) y los armenios de Cilicia, bajo el mando del príncipe Rubén III, tomaron las ciudades de Mamistra, Tarso y Adana, expulsando a las guarniciones griegas de la zona. El príncipe Bohemundo III de Antioquía se sacudió de la tutela bizantina y reafirmo su autoridad sobre los territorios colindantes a la ciudad de Antíoco.
En mayo de 1182, Andrónico Comneno marchó contra Constantinopla. En la ciudad de Calcedonia, en la costa asiática de Bizancio, derrotó a un ejército comandado por el general Andrónico Ángel, primo tanto de Manuel como de Andrónico. Finalmente, el ejercito rebelde llegó a Constantinopla, la cual estaba principalmente defendida por mercenarios latinos, al servicio de los regentes. La emperatriz María-Xena puso su confianza en la flota que cerraba el Cuerno de Oro, sin embargo, el Megaduque y los demás marinos griegos, se pasaron al bando de Andrónico, apoyando a éste con los buques imperiales; solo los marinos venecianos se negaron a traicionar a la emperatriz. En la ciudad, viendo la monumental debilidad de los regentes, la Guardia Imperial Varega arrestó y cegó al Protosebastos Alejo, enviándolo a una mazmorra. El ejército rebelde entró en la ciudad apoyado por un motín popular, el cual fue seguido por una brutal masacre de latinos. Nadie mejor que Eustacio de Tesalónica para relatar lo ocurrido:
“Contar las desgracias que entonces sufrieron los latinos, el fuego que devoró sus bienes, sin tener en cuenta los saqueos que sufrieron, y los accidentes ocurridos en las playas y en las calles, sería empresa difícil.
Ya que no sólo los latinos armados eran la presa de los hombres de Andrónico, sino que la gente, que no podía defenderse, no suscitaba ni la más mínima piedad.
De hecho las mujeres y los niños eran abatidos por sus espadas.
Pero el espectáculo mas horrible se daba cuando el hierro enemigo, abriendo el vientre de las mujeres encintas, sacaba el feto, que, después de haber visto antes de tiempo la luz del sol, era acogido por las tinieblas del infierno, muriendo antes todavía de estar perfectamente vivo.
Y esto era bestial, no comparable a otras formas de locura.
Cayó también un sacerdote latino, no sé si venido en embajada de la antigua Roma o de Sicilia, o sea romano o siciliano.
Y cayó con todos los ornamentos sagrados que él se había puesto en vez de las armas, con la esperanza de que los malvados lo respetasen.”
Así pues algunos marinos venecianos que escaparon a tiempo de la masacre, se hicieron piratas y devastaron durante algunos años las islas del Mar Egeo. La cifra de latinos asesinados durante esta masacre es aproximadamente 30.000; en la ciudad, Andrónico fue recibido con muchos honores y alabanzas por parte del pueblo griego; Andrónico se ganó las simpatías y el cariño de los constantinopolitanos a causa de su latinofobia, y muchos ciudadanos consideraban a Andrónico como su salvador del yugo latinófilo de la regencia.
La emperatriz María-Xena quedó encerrada en palacio, sin ningún poder sobre el estado; también hubo revueltas en el ducado de Tracesios, donde el Gran Doméstico Juan Comneno Vatatzés derrotó un ejército de Andrónico Comneno, dirigiéndose a Constantinopla; sin embargo, Vatatzés murió de alguna enfermedad pocos días después y su ejército se desintegró. Ahora Andrónico quedaba como regente y protector del joven Alejo II, el cual era un mero espectador de todo lo que acontecía en el Imperio.
La Ejecución de María-Xena:
Misteriosamente, la Porfirogénita María y el César Juan-Rainiero fallecieron, y se sospechó que fueron envenenados. La emperatriz María-Xena fue encerrada en el monasterio de San Diómedes, cosa que disgustó a algunos cortesanos. Aunque el nuevo regente era apoyado por el pueblo, la situación del imperio era todavía inestable, porque a principios de 1183 fue desmantelada una conspiración puesta en marcha por el Megaduque (Gran Duque de la Flota), el Logotete Ton Dromon, y el general Andrónico Ángel. Los conspiradores fueron descubiertos, cegados y encarcelados; Andrónico Ángel se refugió en los territorios del Reino Latino de Jerusalén, gobernado en ese entonces por el rey Balduino IV “el leproso”.
Se juzgó también a la emperatriz María-Xena, bajo los cargos de traición y conspiración con el rey de Hungría Béla III, su cuñado. El patriarca Teodosio consideró el juicio una farsa y se negó a apoyar tal proceso, y muchos jueces prefirieron dimitir a condenar a la Basilisa.
El mismo Andrónico ofreció a su hijo mayor, Manuel y al Sebastos Jorge a ejecutar a la condenada. Al negarse tanto Manuel como Jorge, el cruel Andrónico encargó a su favorito, el eunuco Pterygeonites y al Hetairiarca Constantino Tripsycos la ejecución de la Basilisa. Finalmente María-Xena de Poitiers-Antioquía fue ahorcada a manos de estos 2 cortesanos y fue enterrada en una fosa común, en la cercanías de la playa. Según el cronista Inglés Roger de Howden, María fue introducida en un saco y lanzada al mar. El joven Alejo II fue obligado a estampar su sello en la condena a muerte de su madre.

Asesinato de Alejo II Comneno y usurpación de Andrónico:
Poco después del asesinato de su madre, el joven heredero Alejo II fue presa de la crueldad y ambición sin limites del anciano y maquiavélico Andrónico, el cual ordenó el asesinato del emperador niño en Octubre de 1183.
Alejo II fue ahorcado con la cuerda de un arco por Esteban Hagiocristoforito, el sicario de Andrónico; también participaron en el asesinato Teodoro Dadibrenos y Constantino Tripsycos. A continuación Andrónico se proclamó como único Basileo y se casó con la viuda de su víctima, Inés de Francia (llamada Ana en Bizancio), que contaba con solo 13 años de edad. De esta forma brutal y malvada, comenzó el reinado de Andrónico I Comneno, el último soberano de dicha dinastía bizantina.

Consideraciones Finales al reinado de Alejo II:
No se puede culpar de nada al niño Alejo II, puesto que como expliqué en los párrafos anteriores, era un mero espectador de lo que acontecía en su imperio. El solo fue el instrumento de la ambición de sus regentes, los cuales condujeron al imperio a la anarquía y el desorden total. No me queda más que decir, que Alejo II tuvo un final desgraciado, sin merecerlo, pues no tuvo la oportunidad, de gobernar Bizancio como un auténtico Basileo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

que paso zafreth?! te quedaste congelado?

un posteo es requerido de tu parte, de lo contrario cuellos.

Santiago Penagos dijo...

Sólo una cosa: me ha extrañado mucho que entre tus libros favoritos no esté El conde Belisario de Robert Graves.
Un saludo desde Valencia, en el mismo mar en que ardió el fuego griego.